Faltan cinco minutos y todo lo que pasó durante el día se puede resumir en esa fracción de tiempo; imposible, dirían los escépticos, pero factible para los que tenemos la capacidad de comprimir los hechos consumados en conceptos breves, pero significativos, ocupando como en estos momentos sólo una hoja y media de tamaño carta.
¿Y qué tendríamos que describir en tan pocas palabras? Bueno, primero, el hecho de que al despertar por la mañana, sin tener idea de lo que puede esperarte más adelante, la certidumbre de poder vivir lo que tenga que acontecer, te la viene dando la rutina establecida.
Sin duda, todos los días que vivimos son diferentes, incluso, nosotros somos diferentes cada segundo de nuestra existencia, pero, no nos percatamos de ello, porque hemos establecido un patrón existencial que sólo toma en cuenta los cambios más evidentes; y podríamos por ello considerarnos afortunados, porque si pusiéramos atención en los detalles que pasan desapercibidos todos los días, tal vez, nos ganáramos a pulso alguna alteración del ánimo, unos, por el hecho de percatarse de que el envejecimiento no se detiene, otros, pensando que de llegar a cierta edad, con tanta incertidumbre en el entorno, tendrían que adaptarse rápidamente para no caer en un desequilibrio emocional, que le pueda acarrear o un exaltado trastorno de ansiedad, o un dilatorio y pernicioso estado depresivo, que lo mismo, no te deja alcanzar los estándares de satisfacción vivencial.
Levantarse, mirarse al espejo, y encontrarse con esa cara familiar que expresa en ocasiones conveniencia, otras veces resignación, que busca con afán encontrar los destellos del asomo de una sonrisa, de una expresión que manifieste la seguridad de que todo va estar bien a pesar de que el miedo te diga otra cosa; y por más que me esfuerzo no encuentro diferencia, me desespero por ello, sé que sí la hay, pero sin duda está todavía más adentro, en ese lugar, donde lo externo no tiene la posibilidad de enterarse de lo que a veces se guarda, pero que no te puede impedir que sigas en la ruta de lo preestablecido.
Más tarde, siendo aún temprano, responder en automático a todos aquellos estímulos que año con año se han venido dando.
En cinco minutos todo lo que pude expresar con la luz del día, al caer la tarde quedó comprimido y almacenado en la memoria, y mi cuerpo cansado reclamará para él los correspondientes minutos para vivir a sus manera todo lo que acontece de noche.
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