Negar que me entristece, el hecho de saber que se me está haciendo tarde para cumplir los anhelos de ayer, que siempre dejé para después por hacer de mi juventud alarde, esperando que ese poder de sentirse ser una eterna primavera, burlara al más duro invierno por conocer.
Negar, sería mentir, que en esta estación de mi vida, no encuentro aquello que años atrás, me hacía brillar como la estrella fugaz que surcaba felizmente el firmamento, para demostrar, que había sobrada energía para gritar a los cuatro vientos, que si quería, podía.
Negar que me cuesta trabajo encontrar afinidad y armonía, entre todos aquellos con los que comparto el espacio vital, y que busco con afán, para poder combinar mis tristezas con sus alegrías, para minimizar el dolor que me causa el perder el humor, en su eminente caída.
Negar que la llegada de la edad invernal, pudiera arrebatar el calor, que me hacía desnudar mi esplendor, de hombre suficiente y capaz, que le daba ilusión y color a mi vida.
Negar que pueda llegar a perder la pasión, por todo que he hecho y ha valido la pena, porque ha sido hasta ahora la razón, para impedir el vacío que se deja, para que otro ocupe el lugar que tenía definido.
Negarme a mí mismo sería no estar, entonces, por qué habría de negar que lo que hoy necesito para abrirme lugar, ante la adversidad de la llegada de la edad invernal, es volver a vivir la primavera inmortal, que sólo puedo encontrar al estar siempre contigo.

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