Corría el segundo año de la administración del entonces gobernador Manuel Cavazos Lerma.

Aunque a muchos les descomponía su carácter impulsivo, fue un mandatario que no maquillaba sus opiniones y en lenguaje coloquial que en ocasiones sonaba agresivo, soltaba verdades monumentales.

Hoy si me permite referiré una de ellas en relación con lo que sucede en el país y desde luego en Tamaulipas, en el terreno de la seguridad pública.

La expongo.

Cuestionado sobre por qué había reforzado las medidas de seguridad internas en los reclusorios del Estado con personal que por sus antecedentes parecía más parte de la población penitenciaria que custodios o directivos, la respuesta fue lapidaria:

“No voy a mandar monjas o hermanas de la caridad a vigilar y controlar criminales”.

La frase tiene especial vigencia ahora con la violencia que sacude al país, la cual sigue teniendo como reacción federal llamados a la mesura, a la fraternidad, al amor de la familia y a un diálogo que es a todas luces imposible. Aunque sea una visión desafortunada y por demás dolorosa, la verdad es que el fuego se combate con fuego.

Y tenía razón Manuel Cavazos.

Su antecesor, Américo Villarreal Guerra, un hombre bien intencionado y de buena fe, había sufrido una brutal embestida en esos mismos penales que llegaron a poner en riesgo el completar su sexenio.

Américo trató de resolver los motines registrados en las cárceles atendiendo las demandas de los reos, lo cual le llevó a una espiral descendente en apagar esos fuegos, que sólo pudieron ser controlados en sus efectos públicos y mediáticos gracias a un extraordinario trabajo de su jefe de prensa, Manuel Montiel Govea, que bloqueó una incursión federal para desestabilizar a Villarreal.

Para decirlo en términos actuales, Américo fue el primero en descubrir en forma trágica –murieron decenas de reclusos en Victoria y Matamoros– que una respuesta similar a la de “abrazos no balazos” no tenía presente ni futuro en esas sucursales del infierno. Y si en ese minúsculo espacio carcelario no funcionó, podemos imaginar su raquítico saldo en un entorno nacional.

Si, lamentablemente, en materia de seguridad pública la sicología y bonhomía poco ayudan.

Quienes delinquen, les guste o no a muchos que defienden esa postura “de amor y paz”, son partidarios acérrimos de otra perla de la sabiduría colectiva:

Les dan la mano y ellos agarran la pata…

VERDADES DE AYER ¿Y DE MAÑANA?

En la medicina, aplicable a todas las áreas y acciones humanas, una frase es una especie de regla de oro:

“Las grandes verdades de hoy serán las grandes mentiras del mañana”.

No significan estas palabras que siempre exista una intención premeditada de engañar, sino que las circunstancias varían en tal grado que no sólo modifican lo ya realizado, sino que en ocasiones lo vuelven inservible.

En otras palabras, lo que ayer era maravilla es manejado después, con sus muy notables excepciones por supuesto, como desecho.

La política y la actividad gubernamental no escapan a esa especie de maldición.

Repase usted en forma rápida las historias cercanas, por citar dos ejemplos, de gobernadores y presidentes de la República. En el ejercicio de sus funciones fueron la verdad absoluta, capaces de convertir con su sola voluntad al día en noche o viceversa y agraciados con el don temporal de la infalibilidad,

Pero en ese terreno, todos los protagonistas han tenido y tienen un enemigo común: El tiempo.

El mismo que gusta citar Carlos Salinas de Gortari cuando es increpado o señalado por sus acciones:

El tiempo pone a cada quien en su lugar. Para bien, o para mal…

 

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