¿De seda, será? Le pregunté al sabio. No, respondió el iluminado, su estructura es aún más fuerte, tanto, que sólo puede romperse cuando la pureza interior emite un finísimo rayo de luz proveniente de un espíritu que comulga con la verdad de que el amor es el remedio para todos los males, entonces la mano de Dios, tomará el capullo en sus manos, y le bastará un soplo divino, para que salgan a la vida las palabras que abren todas las puertas, donde habitan los corazones en los que late la esperanza, para beber el agua viva que brota del manantial del Hijo del hombre.

Sorprendido estoy al escuchar tan sabias palabras, más, mi espíritu es aún una crisálida en la eternidad de la divina espera, lo mismo seguirá latente y permanecerá  colgando en el espacio del infinito tiempo de Dios, donde un día, es como mil años y mil años, son como un día; porque bien sé, que nada ocurre sin la voluntad del Señor, y siendo mi voluntad como un grano de arena, fuerza tiene éste, para conjuntarse con los otros granos y formar una playa, donde los rayos del sol se reflejan en su cristalino cuerpo, para regresar el calor al mismo cielo y sonrojar las blancas nubes que sofocarán las llamas que las queman con el llanto que mojará la tierra.

Sabiduría hay, dijo el sabio, y voluntad también, por más pequeña que la sientas, porque igual para Dios no hay esfuerzos grandes ni pequeños, sólo esfuerzos que denotan la buena intención de brillar para iluminar el cuerpo, la mente y el espíritu, de los que habitan en la oscuridad de la ignorancia, en la oscuridad donde asecha la maldad, la luz que emana de los destellos de sabiduría, es energía para mantener brillantes las estrellas, y hacer de la esperanza una realidad, en los corazones anhelantes de nutrirse del amor inagotable, que hay en la palabra del que todo lo ha creado y no deja de crear, y por ser tú una más de las creaciones del Todopoderoso, te pregunto:  ¿no será que te ha faltado la fe en ti mismo, hijo de Dios, para romper el capullo que te encierra?.

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