María, la que se propuso ser mi consentida, y de ayer, causante de mis dulces tormentos, hoy nuevamente me sorprende con sus grandes talentos, y yo me pregunto, qué he tenido que hacer para busque en mí, al abuelo de sus juegos, de sus tiernas fantasías, de sus sueños convertidos en cuentos. María, la de la sonrisa fácil, la que habla con los ojos, la de corazón sincero, la de los pies fríos, pero de corazón candente, la amorosa hija, la tierna y compasiva hermana, la nieta decidida que logra lo que quiere, hoy te quiero decir una cosa, que si de mi jardín fueras una rosa, serías para mí la más hermosa, pero no te podría mentir, porque siendo un humilde jardinero que siembra siempre lo mejor, tengo por paraíso no una flor, sino un ramillete de amorosos nietos convertidos en amor.

María, de mí te compadeciste, cuando había confusión entre la prudencia y el temor que separó a las familias, porque deberíamos guardar distancia ante el virus invasor que nos roba el aire y el valor, que lo mismo quebrantó la fe de muchos al sentirse desvalidos, como fortaleció la de otros muchos, al saberse consentidos por Dios nuestro Señor; en aquellos momentos tan sombríos escuché la ternura de tu voz que me decía: Te extraño abuelo, ya te quiero ver, ya quiero que pase esta pesadilla. Tus palabras tuvieron un efecto sanador en el ánimo de mi alma reprimida, y espero y esperaré con paciencia el momento de volvernos a encontrar para que el viento del amor santifique nuestros cuerpos y no haya poder o maldad que nos pueda separar.

María, hoy me regalaste en un video, una maravillosa canción de tu autoría y la quisiera compartir con aquellos que como yo, ven en los niños a las almas preferidas de Jesucristo nuestro Salvador:

“Mi abuelo es muy especial, es un hombre que es muy fuerte igual, es mi abuelo, es mi abuelo, lo quiero mucho y siempre lo amaré… es mi abuelo, lo quiero mucho, y cuando lo veo me orgullo mucho, te amo abuelo, me gustas mucho, y este es el fin de esta canción”

Tus bellas palabras, María, son inspiración divina y llegarán, sobre todo, al corazón de todo adulto mayor, que ha tenido la dicha de ser abuelo como yo. Por toda esta dicha María yo te bendigo.

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