Valga como homenaje y reconocimiento a uno de los más grandes fotógrafos de prensa que el mundo ha tenido: Cándido Souza Fernández, conocido en el ámbito profesional como Cándido Mayo, dejó en algunos de nosotros una importantísima filosofía y escuela acerca de qué se debe hacer para considerarse profesional.

Don Cándido, allá por 1978 cuando le conocí, ya portaba una gran barba blanca, lentes gruesos y un carácter único, sencillo: nadie se podía creer que estaba ante uno de los más grandes del mundo cuando hablaba con esa sencillez.

Recuerdo su facilidad para escribir con ambas manos –Ambidiestro, se les dice- y que su tipo de letra era igual de bueno con una y con otra.

Cuando llegué a colaborar con ellos, a invitación del también inolvidable Paco Souza Mayo, me llevó a tomar unas fotos a la calle; no puedo olvidar cuando reía al ver la forma en que mostraba la “calidad personal” que le había presumido.

Se propuso enseñarme a tomar fotos, y creo que lo logró. La satisfacción de haber aprendido del más grande fotógrafo de prensa, de uno de los mejores seres humanos que la vida puso en mi camino, y la amistad que me brindó, la confianza y el cariño que a la fecha siguen emanando de este espíritu fotográfico al ser humano, a quien fue “La Opinión Pública” llevada a la magistralidad de sus imágenes.

Fue con Paco Mayo, su hermano, fundador de “Foto Hermanos Mayo”, la segunda agencia de información gráfica más importante en la historia de México. La primera fue la de Gustavo Casasola, y tiene ese sitio por la época vivida, previa a la aparición de los Mayo, los más grandes del siglo veinte.

Don Cándido me llevó una tarde a la agencia y me mostró un cuarto impresionante diez o doce cámaras, todas Nikkormat –el modelo “económico” de Nikon- y una gama de lentes que iban desde el 7.5 mm conocido como Ojo de Pescado, hasta un telefoto 500 mm.; había de todo. También, flashes y baterías para flash, correas, maletas y las latas de película Tri-x-Pan y Plus –X-Pan, que utilizábamos de acuerdo al evento: había de todo en demasía.

Y recuerdo perfectamente que me describió uno a uno los muchos recursos ahí expuestos: “Cuando te mande a tomar fotos, toma de aquí lo que creas que vas a utilizar: lentes, cámaras, flashes, baterías, película y lo que requieras, pero recuerda una cosa muy importante”, señaló, y agregó la frase que quedó grabada en mí:

“Cuando te mande a tomar fotos, no importa si se cayó la cámara, si se safó la película del magazine del rollo, si no hay luz o si llueve; tampoco si te robaron el equipo o si tuviste un accidente: quiero la foto que te encargué, así nada más, sin pretextos”.

Duras palabras, pero que forjaron a dos generaciones de fotógrafos, siendo la primera la de sus compañeros Faustino y Julio; una intermedia con Paco y Jorge, sus hijos, y la última, con David, su sobrino y de la que formé orgullosamente parte activa como fotógrafo… y como familia.

Me enseñó que no hay pretextos para cumplir, que no importa que se tenga que hacer un diagnóstico previo del trabajo de otros, y que tampoco importa si el recurso no está bien dirigido.

Me enseñó don Cándido a ser profesional, a ser responsable, así de sencillo, porque para él, el trabajo se hacía y ya.

Y cuando una sociedad elige a quienes le gobiernen, esperamos que éstos últimos sigan el ejemplo de don Cándido Mayo y sin excusa alguna ni pronunciamientos que más parecen lamento o justificación, cumplan con su deber.

Cuando México llora cada vez más, los mexicanos no queremos actos o discursos: queremos resultados y hechos concretos.

Y lo anterior aplica a los tres niveles de gobierno: tenemos que aprender a cumplir, sin buscar a quien colgar la etiqueta del fracaso o la derrota.

Decía don Cándido que uno comía tranquilo cuando cumplía con su deber. ¿Será así hoy en día?

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