El tiempo nos está empujando a vivir en el individualismo, ensimismados como estamos, la interacción con otras personas sólo se realiza por necesidad expresa a lo que obliga la relación, ya sea de carácter familiar, escolar, o laboral; la sociedad entonces, parece ser un sistema en decadencia que vino a evidenciarse aún más, debido a la pandemia de Covid-19, que por la necesidad imperiosa de la emergencia sanitaria y recomendación de las autoridades correspondientes, una gran parte de la ciudadanía nos aplicamos a la prolongada cuarentena.

Comentaba un buen amigo, que el escenario citado anteriormente, era similar a cuando la hormigas, ante la inminencia de un fenómeno climático que las pone en riesgo, se refugian en los hormigueros, pero siendo estas más organizadas que el hombre , siempre se anticipan al fenómeno natural, guardando provisiones suficientes, pero que, a pesar de lo prolongado que fuera su cautiverio, no pierden su capacidad para reorganizarse y cumplir cada una, con la tarea que le corresponde, para recuperarse y estar en condiciones óptimas de seguir viviendo dentro la colectividad.

Se ha dicho que las crisis son oportunidades para cambiar lo que no funciona, que es en las crisis cuando se puede entrar en una profunda reflexión sobre nuestro comportamiento y modificar conductas nocivas, tanto para nuestra persona como para nuestro prójimo, pero parece ser que ante la posibilidad de restablecer la normalidad a la que estábamos acostumbrados, de igual manera resurgen nuestros defectos, privilegiando el egoísmo, generando nuevamente una tendencia a vivir para sí mismo, haciendo cada quien lo suyo para seguir acentuando las diferencias que ancestralmente han existido entre los estratos sociales.

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