El llamado, en lo personal, me preocupa.
El fin de semana pasado estuvo en Tampico uno de los personajes más identificados con Andrés Manuel López Obrador. Su nombre, Yeidckol Polevnsky Gurwitz.
Su visita oficial obedeció, obviamente, a la campaña de su jefe político por Los Pinos y en el curso de ella se reunió con representantes de diversos sectores y ofreció una conferencia de prensa.
Su influencia en ese círculo está fuera de toda duda. No sólo es la Presidente en el país de Movimiento de Regeneración Nacional, sino también su Secretaria General. Como dicen sus cercanos, “es la única que firma dos veces”.
Tal acumulación de poder no es obra de la casualidad, sino que se desprende de la enorme confianza que en ella deposita el candidato presidencial de ese partido.
Lo anterior significa algo sumamente importante: Lo que ella diga y haga, es el eco y el espejo de lo que piensa o planea el tabasqueño.
¿Por qué la preocupación en torno a lo que manifestó?
Le expongo mi percepción.
Su mensaje fue una especie de clon del estilo de Andrés Manuel, experto en manejar posturas no sólo contradictorias sino inclusive antagónicas. Ofreció, como lo dice el propio AMLO, que Morena no quiere –textual– pelear con nadie, ni hacer nada en base a la confrontación, pero al mismo tiempo empuñó el hacha de guerra y convocó a sus partidarios a lo que a todas luces sería una cacería de quienes llamó “mapaches”, viejas figuras conocidas en los procesos electorales mexicanos.
Y es en ese exhorto donde nace mi inquietud.
Para nadie es un secreto el radicalismo de los seguidores de López Obrador. En muchos casos, más de lo deseable, la pasión de esas personas es enormemente superior a la razón, lo que los lleva frecuentemente contra quienes no piensen como ellos al ataque virulento, a la crítica que alcanza la obscenidad y hasta a la agresión física.
Con ese clima emocional, con ese enojo acumulado, lanzarlos a las calles o a las mismas casillas a buscar supuestos “mapaches” deja atrás la calidad de invitación a vigilar el proceso y se adentra en ejercer un abierto acoso que, espero equivocarme, podría desencadenar –casi es un destino manifiesto– situaciones violentas que contaminen aùn más estas votaciones.
Cuidado con ese tipo de convocatorias, señora Polevnsky.
Queda claro que ese llamado no sòlo es el de la dirigente nacional de Morena, sino que es el pensamiento directo de su candidato a la Presidencia. No hay vuelta de hoja en esa interpretación, en un escenario donde alguien describió a ese partido y a la coalición que encabeza como “un general y puros soldados rasos”.
Como ciudadano más corriente que común, me atrevo a pedirle a Yeidckol medir la temperatura social con más cuidado y no lanzar arengas que vulneran desde ahora la potestad de control y vigilancia de las autoridades responsables de ese orden. En verdad me preocupa.
En una libre traducción de este laberinto de pasiones políticas, me parece oportuno recordar la polémica advertencia de Andrés Manuel sobre su negativa a contener al tigre si, en su opinión, se registran comicios fraudulentos.
El problema según se aprecia no sería detener al felino, sino que con las palabras de la Presidente de Morena surge la posible amenaza de que en lugar de amarrarlo, se esté azuzando a ese tigre desde ahora.
A mí, eso me provoca pesadillas…

EL VOTO OCULTO
Soy un convencido de que en México sí existe el voto oculto.
El mismo que se hace presente hasta el momento de estampar una marca en la boleta electoral. En ese contexto caminan entre 12 y 15 millones de ciudadanos, que representan alrededor del 30 por ciento, no del padrón sino de quienes van a las urnas
No es una cifra inventada. Son estadísticas de las propias encuestadoras e imaginar a esos millones votando en contra de AMLO me atemoriza.
No porque me preocupa que no gane, sino por cómo pudiera reaccionar si pierde…

@LABERINTOS_HOY