UNICEF reporta la muerte de 29 mil niños menores de 5 años por día, 21 por minuto, principalmente por causas evitables, la mayoría, en países en desarrollo. Un niño etíope tiene 30 veces más probabilidades de morir antes de los 5 años que uno de Europa Occidental. Algunas muertes son consecuencia de sarampión, malaria o tétano. Desnutrición, falta de agua potable y saneamiento, causan la mitad de toda la muerte infantil.
Investigación y experiencia muestran que de los 11 millones de niños que mueren por año, 6 millones podrían salvarse con vacunas, antibióticos, mosquiteros, suplementos de micronutrientes, mejor atención a la familia y lactancia materna. Reducir la carga de mortalidad y morbilidad entre los pobres es uno de los principales desafíos de salud pública en el mundo.
El papel de la economía de la salud es decisivo y la conciencia mundial entiende la estrecha relación entre desarrollo económico y salud. Dado que la salud en la infancia es predictor de salud y productividad a lo largo de la vida, la mortalidad infantil es un indicador relevante del desarrollo socioeconómico. La investigación de factores que subyacen a la elevada mortalidad infantil revela elementos que la afectan; entorno residencial, región económica y nivel de educación de los padres. Los países dan prioridad a la política de gasto en salud dado que países con alto nivel de gasto sanitario obtienen mejor resultado en reducir la tasa de mortalidad.
Variables como ingreso, desigualdad de ingresos, educación de la mujer y grado de fragmentación etnolingüística, explican la variación de las tasas de mortalidad infantil. Sobre esto se debe estimular el crecimiento económico, reducir la pobreza y desigualdad de ingresos y aumentar el nivel de educación de la mujer. Un niño de hogar de bajo ingreso tiene mayor probabilidad de problemas de desarrollo y de salud desde que nace, y acumular riesgo sanitario durante el crecimiento. Pobreza produce mala salud y mala salud mantiene pobre al pobre. Se debe tener en cuenta la diferencia socioeconómica en acceso a servicios de salud. La persona de grupo socioeconómico bajo utiliza menos los servicios en comparación con aquella de ingreso más alto, y retrasa el tratamiento.
Información de 50 países en desarrollo y en transición concluye que el gasto en salud reduce tasas de mortalidad infantil. Datos de gasto sanitario de 20 países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos establecen que la tasa de mortalidad depende del gasto en salud y del tipo de atención. El aumento de la proporción del gasto público que se asigna a gasto sanitario se asocia a reducción de las tasas de mortalidad.
Un estudio de 70 economías en desarrollo muestra que el gasto en salud pública es relevante para los pobres en países de bajos ingresos, más que en los de ingreso alto, y que el acceso a infraestructura de salud reduce significativamente la mortalidad infantil y que son los factores socioeconómicos los que determinan el estado de salud de los niños. El Grupo Interinstitucional para la Mortalidad en la Niñez, dice que la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años disminuyó 53% entre 1990 y 2015, pasando de 91 muertes por cada mil nacidos vivos a 43 (2015)