Por qué las ausencias inspiran más que las presencias? Una pregunta muy apropiada en este momento. Trataré de contestarla desde el punto de vista poético; bueno, desde mi punto de vista como aprendiz de poeta, y eso, porque sin tener una certificación como tal, otorgada por alguna academia o sociedad de letras, seguramente me encuentro en la categoría de poetas domésticos; el caso es que, me hicieron la pregunta en mención, y al incorporar el término inspiración a la cuestión, de inmediato lo asocié a la inspiración poética. Ya sin mayor preámbulo les diré, mis estimados lectores, que en lo particular, pienso que la fluidez de la inspiración podría tener la misma intensidad, sobre todo, cuando el poeta se encuentra totalmente cautivo de un encantamiento divino, que hace vibrar su naturaleza dual, el alma vibra y el cuerpo traduce la vibración en la emoción que despertó al poeta, para inducirlo a una transición dimensional, que le permite navegar entre la fantasía y la locura.
Inspirarse pues, durante la presencia del motivo que lo conduce a transitar entre los anhelos, las pasiones y los encuentros, lo hacen idealizar el ser poseedor de un gran poder que puede transformar lo temporal en eterno. Pero las ausencias, lo hacen descender de ese endeble pedestal, para descubrir su vulnerabilidad, ante la más mínima insinuación de fracaso o pérdida, ocasionándole un duelo, al tener que despedir los fugaces momentos de felicidad, manifestados por explosiones de alegría, que exacerbaban su potencial creativo, para hacerlo pasar abruptamente de la luz a la oscuridad, con interfaces de matices grises, que terminan por conducirlo a la soledad de sus más odiadas tristezas.
Las ausencias son heridas que no terminan de cicatrizar mientras se vive, mientras que las presencias, son como el fresco rocío de la mañana con el que despierta el poeta, para agradecerle a Dios el estar vivo y encender la flama de la perpetua vela, que alumbrará su camino al encuentro con la poesía.

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