Y al salir de casa por la mañana, no pude evitar  verte  a través del espejo retrovisor del auto y me fui alejando tan lentamente como si no quisiera irme, estuve pues por ello a punto de arrepentirme, porque yo sé que un día, podría alejarme tanto de tu vida, que solamente me podrías ver en tus sueños una vez que los recueros fueran lo único que te quedara de mí.

Podría no pensar en ello, podría tener la voluntad de dejar de seguir con las rutinas, pero resulta que las rutinas mismas parecieran detener el tiempo para dejarnos vivir en un te espero de siempre, en un regreso  frecuente, con la intensión de repetir todo aquello que nos hace olvidar que nadie podrá detener el proceso de envejecer cada día.

Más, teniendo en mi haber el poder de decidir, yo te puedo asegurar, que el tiempo en realidad no existe, y que la esencia de nuestro ser  y el propósito de nuestro existir no se rigen por una medida inventada por el hombre para poner un límite entre el principio y el fin, pues más allá de lo que experimentamos en una realidad que nos parece muy natural, se encuentra el principio fundamental del sentido de existir y eso es lo que llamamos amor, una fuerza divina que todo lo puede, que todo lo transforma y lo hace perpetuo.

Hoy al salir de casa, no pude evitar verte a través del amor que siento y he sentido siempre por ti, entonces detuve mi marcha, e hice de nuestras rutinas un maravilloso camino para regresar a ti para decirte, que aún nos queda mucho por vivir, que aún se puede abandonar el miedo, que aún se puede llegar a trascender, porque hemos encontrado el camino, la verdad y la vida.

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