Aspiro a ser feliz como lo he querido siempre, desde el primer día en el que me percaté que podría serlo, mas pensé, que para lograrlo, me bastaría con ser una persona honesta, humilde, de corazón sincero, mas pronto me di cuenta, de que estaba equivocado, porque mi forma de ser, no encajaba con la forma de vivir de muchos de los que habían aspirado a ser justos y no lo habían logrado.
Quise ser feliz pensando que sólo dependía de mi persona, mas, al parecer, estuve equivocado, porque la felicidad es un bien tan envidiado, que pronto me vi asediado por toda clase de personas negativas que llevaban implícita la amargura de haberlo intentado antes y fracasaron, sintiéndose agraviados por la bienaventuranza de los agraciados, resultándoles por consecuencia un odio inusitado que los animaba en el segundo intento a robar ese don tan preciado a quienes asomaban en su carácter los signos inequívocos de que lo habían logrado.
Después de mucho defender la felicidad que por amor Dios me había obsequiado, pude recordar también, la advertencia que me hiciera de que por su causa sería calumniado, perseguido y maltratado; y sus palabras se cumplieron al pie de la letra, mas, también sentenció el buen Señor, que si permanecía a su lado, nadie podría arrebatarme la verdadera riqueza que se traduce en felicidad eterna.
Hoy aspiro a que otros sean felices, principalmente, aquellos que se sienten despojados de la felicidad que un día merecieron, deseo que la amargura que los consume, de su vida se esfume y que la sencillez los ilumine para que el amoroso Señor los perdone, como yo los he perdonado por su amor que nos une.

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