Era de esperarse. Más aún, se había tardado.

Ayer, el PRI tamaulipeco volvió a sufrir otra sacudida, en la cual el objetivo evidente es sepultar cualquier posibilidad de que surja un foco de rebeldía o de simple complicación para la nueva dirigencia del tricolor. Como en el mando estatal, se busca una estructura a modo.

Me refiero a los cambios de presidencias en los comités municipales de ese partido. Como nunca, era una medida inaplazable.

¿Por qué la urgencia?

Porque resulta indispensable evitar que los cuadros domésticos intenten incidir en la definición de candidaturas a las alcaldías en el 2018.

En los hechos, dada la debilidad de la Presidencia estatal en lo que a influencia se refiere y a la fractura que inevitablemente sufrió ese instituto tras su elección del Comité Directivo, los llamados a convertirse en factores de poder eran los comités locales. Son los que conocen las miserias y las riquezas de su terreno, dónde duele y donde se disfruta, quiénes son los enemigos peligrosos y quiénes son los de pacotilla.

Por eso la necesidad de controlarlos, de fabricar lealtades circunstanciales que cierren los ojos y la boca ante cualquier decisión del centro. Aunque poco ético, políticamente es totalmente válido porque no se pueden dejar riesgos en el camino.

Me recuerda todo esto a un viejo guardaespaldas del entonces gobernador de Veracruz, Rafael Hernández Ochoa, quien en una gira por el norte de ese Estado nos dio a un grupo de noveles reporteros de Tampico un consejo que para él era de oro:

“Cuando tengan que dejar a un enemigo atrás y vean que se mueve, regrésense y remátenlo. Nunca se sabe cuándo te lo vas a encontrar de nuevo…”

Una sugerencia brutal, pero muy certera en la lucha política…

¿QUIÉNES PIERDEN?

El “affaire” político que tiene como protagonistas al alcalde de Río Bravo, Juan Diego Guajardo Anzaldúa, y al Gobierno del Estado, alcanzó ayer un nivel que en la opinión de su servidor, sobrepasó los límites de la prudencia.

Puedo parecer un ignorante del fondo de este escabroso tema y seguramente lo soy en buena medida, pero el viejo aforismo popular que asienta “lo cortés no quita lo valiente” brilló por su ausencia en esa bendita tierra de Dios, cuna de quien escribe.

Como suele exclamar Condorito, el personaje principal de un “comic” argentino: ¡Que alguien me explique!

En un acto oficial en esa cabecera, en un programa denominado “Un Gobierno Cerca de ti”, en una exhibición pública de pluralidad política, en una muestra de apoyo al municipalismo, al jefe de esa comuna no se le permitió llegar a ese evento. La Policía le cerró el paso y terminó como un espectador que debió retirarse más por dignidad que por vergüenza.

No es el presidente municipal santo de mi devoción ni mucho menos y tengo claro que arrastra vicios en su administración como la mayoría de los alcaldes tamaulipecos de ayer y hoy. No es la suerte de Guajardo lo que me inquieta, ese es su problema, sino las implicaciones que un hecho de esa naturaleza pueda generar en el resto de la geografía estatal.

Ojalá no se repliquen esas circunstancias en otros municipios. Ojalá que las diferencias partidistas y las divergencias en los retorcidos caminos del quehacer público no afecten la necesaria, indispensable unidad entre los tamaulipecos, tan necesitados de armonía interna para hacer frente a quienes quieren ver en el suelo a nuestro Estado.

¿Quién o quiénes ganaron en este escenario?

Nadie en mi opinión, aunque sí veo a un perdedor: a la sociedad riobravense…

@LABERINTOS_HOY