Tenía un par de semanas de no ver a mi nieto Sebastián, ayer por la mañana me habló por teléfono y me pidió fuera por él a su casa, lo que me dio un enorme gusto. Disfruté mucho escucharlo hablar de sus inquietudes existenciales, sus proyectos de vida, sus sueños y sentir cómo aún nos une un fuerte lazo de amor. Como todo lo que ocurre en la vida, el poder compartir sus experiencias y las mías, siempre nos deja una excelente lección, de ahí que si me lo permiten, mis estimados lectores, narraré con genuina emoción lo que aconteció: Lo primero que hizo al verme fue abrazarme y decirme que me había extrañado, le respondí con el mismo afecto, después me habló un poco de sus planes a corto plazo, de su educación y de la necesidad de trabajar para poder tener efectivo y comprar lo que más le agrada en este momento de su vida; lo escuché con mucha atención, y sinceramente disfruté cada una de sus palabras, de sus ideas, de su entusiasmo; podía sentir la energía que emanaba de su atlética estructura anatómica, y no dejé de sorprenderme de la agilidad mental que derrocha cuando expone algún tema, me siento orgulloso de él.
Como suele hacerlo desde que era pequeño, se paró junto a mí, comparó nuestra estatura y preguntó: ¿Crees que llegue a medir más que tú? y le respondo con otra pregunta: ¿Por qué te preocupa tanto la estatura? Y él contesta: Porque quiero ser grande. Sin duda me rebasarás, pero para que seas grande, debes de poner todo tu empeño en ser una buena persona. Sí ya sé abuelo, me responde, hay que portarse bien, ¿pero, podría portarme bien, sin dejar de ser yo mismo? Si tienes muy claro lo que es el bien, dije, serás mejor de lo que piensas que eres. ¿Apoco tú siempre te has portado bien? me cuestionó. Las primeras lecciones de bondadlas recibí de mi madre, le respondí, ella me habló de lo bueno y lo malo, y créeme, que todos nacemos con un corazón lleno de bondad, así es que después de Dios, la madre es lo más grande que los hombres podemos tener, por lo que yo nunca dudé de todo lo que mi madre me decía, que siendo toda bondad, sólo podía obsequiarme amor como el amor que Dios nos dispensa. Y tu padre ¿de qué te hablaba? me pregunta, ¿acaso mi bisabuelo era una persona mala? De ninguna manera, él fue una persona buena, pero seguramente tenía un enfoque diferente al que tenía mi madre sobre cómo conducirse en la vida, a mi padre siempre le preocupó que yo fuera bueno, porque decía que vivimos en un mundo lleno de retos donde todos deberíamos tener una pizca de malicia para sortearlos y salir bien librados de ellos, sobre todo, del mal, que es lo que más prolífera en el mundo.
Decirte que yo soy grande, porque he procurado el bien, me haría pecar por mi falta de humildad, porque bueno es sólo Dios, entonces, lo que sí debemos hacer es tratar de comportarnos lo mejor que podamos, mirando siempre no lastimar a nuestro prójimo y seguir los pasos de Jesús, para alcanzar el verdadero gozo al que todos debemos aspirar para ser grandes.

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