La influencia de narcos de México en Colombia ha crecido. No traen ejércitos o se instalan en fincas. Identifican a las organizaciones que les ofrecen lo que buscan (cocaína, logística de traslado de la mercancía o seguridad), las contratan, pagan y se van. Actúan como empresarios y aprovechan que en Colombia acabó la era de los grandes carteles.
Otro factor a su favor es que ya no existe la ex guerrilla FARC que regulaba territorios hoy en disputa entre bandas criminales, paramilitares y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) Su inmensa capacidad económica les permite contratar organizaciones colombianas, exigir un producto de calidad e imponerles plazos de entrega. La Defensoría del Pueblo advirtió el incremento de la influencia de los narcos de México, la Fiscalía y el gobierno también, y señalan que su presencia está en 12 de los 32 departamentos de Colombia.
Para los carteles de Cali y Medellín, los mexicanos eran mano de obra en los 80. México no era plaza importante para ingresar cocaína a Estados Unidos, como las rutas por Las Bahamas y sus alrededores. A mediados de los 90, esa situación cambia con la caída de los dos grandes carteles y la guerra entre organizaciones de narcotraficantes colombianas que luchaban para remplazarlas.
En los años 80s, Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela controlaban el cultivo, la producción, la transformación de la hoja en cocaína, el traslado de la mercancía en lanchas o aviones y la distribución en las calles de Estados Unidos, eso cambió. Desde el fin de los dos grandes carteles, los grupos controlan alguno de los eslabones de la cadena y los mexicanos tomaron protagonismo. El ingreso promedio de los narcotraficantes colombianos se redujo a un tercio pues las organizaciones mexicanas comenzaron a comprar de manera directa. La ganancia por un kilo de cocaína cayó de US$20.000 a US$7.000. Los carteles de México aprovechan que los grupos criminales de Colombia necesitan de sus recursos para financiar sus disputas territoriales y así garantizan la cocaína que necesitan.
La Administración para el Control de Drogas estadounidense (DEA), dice que 82% de la cocaína que sale de Colombia a Estados Unidos pasa por Centroamérica o México. La desmovilización de las FARC incrementó la violencia entre bandas criminales y aumentó las plantaciones de coca a cifras récord. En Colombia hay más de 171 mil hectáreas de coca cultivada. Estas organizaciones se relacionan con colombianos dedicados a cultivos y producción de pasta base, la exportación y distribución para el narcomenudeo.
Los mexicanos son parte de la cadena. Contactan organizaciones y verifican la cocaína que compran y envían a México. No les interesa fomentar la guerra entre organizaciones criminales colombianas ni tomar partido o controlar un territorio. Buscan abaratar costos. Son empresarios, invierten. No stán en México esperando a que les vendan la cocaína en US$12 mil, van a Colombia y compran a los laboratorios. Invierten y consiguen el kilo en US$2 mil o menos. Esta estrategia elimina intermediarios y les garantiza obtener un producto de calidad. Los narcos mexicanos han cambiado, demostrando que son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones que se viven en Colombia.