Me encontré con un buen amigo de la juventud, teníamos de no vernos aproximadamente cuatro décadas, nos saludamos como hermanos y decidimos ir a tomar un café para seguir con la charla que inició en un pasillo de una tienda departamental; una vez sentados en una mesa, en un agradable ambiente, reiniciamos la conversación con los temas de mayor acercamiento, como nuestra actividades familiares, nuestro desempeño laboral, y pasamos después a contar anécdotas del grupo de amigos con los que nos reuníamos en el barrio, a pesar de que a él le había ido estupendamente, refiriéndose a una posición económicamente cómoda lograda por un excelente trabajo, y una maravillosa vida familiar, me dijo que extrañaba las reuniones de juventud, porque podíamos llegar a tomar acuerdos de una manera rápida y sin resentimientos. Efectivamente, lográbamos hacerlo, porque le dábamos prioridad a un asunto que nos beneficiara comunitariamente, una vez que analizábamos la propuesta de cada uno de los miembros de nuestro grupo.

Aquella amena conversación, me llevó a reflexionar sobre la importancia del momento histórico que vivimos, que obliga a toda la nación, no sólo a enfrentar los rezagos sociales en materia de equidad, de justicia y desarrollo social, con nuevas y viables estrategias, que incluyan una mayor participación ciudadana, sino a considerar como mayor prioridad la unidad nacional, para hacer frente a los retos globales que amenazan con desestabilizar nuestra sustentabilidad.

Sin duda que el momento político preelectoral que estamos viviendo actualmente en nuestro país, con miras a la elección presidencial, conforme pasan de los días, habrá de irse recrudeciendo, y no será visto como un ejercicio saludable de nuestra endeble democracia, sino como un signo de vulnerabilidad que será aprovechado por intereses extraños, que sin duda requieren de mantener la división entre los mexicanos.

Hoy, como en muchas otras ocasiones, los precandidatos que aspiran a ser electos como presidente de la república, exhiben con su decadente estrategia política, más que el interés de fortalecer nuestros valores patrios, sí un interés personal o de grupo, por vencer a quien consideran su adversario al costo que sea, por un lado, incentivando el odio entre sus compatriotas, por otro, descalificando la capacidad y el liderazgo de sus oponentes.

Sin duda, el que logre convencer a los votantes que exhiban una real madurez cívica, obtendrá el voto razonado de los que nos situamos en un contexto que muestra una realidad y un compromiso ineludible para enfrentar los retos que vislumbran un futuro incierto, que requiere de un trabajo global para mantener la paz y la viabilidad de nuestro planeta.

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