Llegué a casa con el deseo de siempre: ser recibido de la mejor manera, y mi ilusión era ser recibido por José y María, mis nietos menores que me habían acostumbrado a sentir su cálido afecto, tan especial, que me hacía olvidar cualquier preocupación o dolor del cuerpo; pero para mi sorpresa en ésta ocasión fue diferente, ambos se mostraron absortos a mi llegada, siguieron pegados a sus IPads, no podía imaginar que hubieran cambiado tanto en tan poco tiempo, pero, ya se ha hablado mucho de cómo ese tipo de tecnología está absorbiéndoles el seso a niños, jóvenes y adultos; parece que mis días de narrador de experiencias ente abuelo y nietos está por terminar, algo similar pasó en su momento con mis nietos mayores, Sebastián y Emiliano, de pronto llegaron a la adolescencia y dejaron de interesarse por fortalecer las buenas relaciones de esa índole; lo entiendo y no los juzgo , ni los culpo, es parte del desarrollo, mas, ahora entiendo el apego que mi esposa tiene con los nietos, pero ella acepta con resignación el ser ahora sólo una proveedora de servicios para coadyuvar en la satisfacción de sus necesidades.
En ocasiones veo cómo los abuelos llegan a aceptar que la única manera de allegarse la atención de los nietos, es mediante la compra de afecto, en mi caso me resisto a realizar dicha práctica, tengo la esperanza de que al madurar, puedan reconsiderar su actual manera de ser y de sentir.
Me he preguntado el por qué no me ocurrió el mismo fenómeno en mi niñez, y llego a la conclusión, de que mis abuelos nunca parecieron tener interés en sentir el amor de los nietos, por parte del abuelo materno, siento que fue poco cariñoso porque su vida fue bastante difícil, al quedar huérfano a los cinco años y haber tenido que trabajar a tan corta edad para ganarse el sustento, de tal forma que no disfrutó su niñez y su vida fue cimentada en un esfuerzo continuo, sin tregua, hasta lograr la estabilidad económica que pudiera hacerlo sentir que había logrado vencer a la adversidad; admiraba tanto a mi abuelo Virgilio por ser un hombre tan trabajador, pero por otro lado tenía resentimiento, porque nunca demostró su afecto en forma abierta para con sus nietos; en lo particular me esforcé tanto en ganarme su amor y sólo lo logré, cuando por fin la edad y las complicaciones de la diabetes lo hizo necesitar de la ayuda de otros para poder seguir viviendo, entonces me aproveché de su discapacidad y sin hacerlo perder su dignidad, siendo yo un adulto, le prodigué tanto amor como si él fuera un niño, y como no podía expresarse verbalmente, sentía cómo sin perder su grandeza, al llorar, me regresaba aquello que tanto se guardó para mí.
Ahora sé que el amor puede ser tierno, dulce, amargo, placentero, infantil, jovial, maduro y viejo, pero siempre está con nosotros, y sólo basta abrir el corazón para dejarlo fluir como el manantial de agua viva que puede quitar para siempre la sed de sentirse amado.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com