Si es cierto que todo lo que va vuelve, en el caso del amor que has obsequiado, seguramente este regresará a ti; empiezo a creer que esta aseveración es cierta, porque cuando nació mi primer nieto, a pesar de que reprimí involuntariamente mis expresiones de amor por aproximadamente un mes debido a que me vi afectado por un cuadro de influenza, la falta de contacto inicial con el bebé hizo que este no registrara probablemente mi voz, o tal vez mi olor, de ahí que cuando lo tomaba en mis brazos, me trataba como a un extraño y por ende como una amenaza a su integridad, de ahí que lloraba tanto que de inmediato lo regresaba a los brazos de su madre; este rechazo duró aproximadamente dos meses, porque en una ocasión, al acompañar a su madre a realizarse unos estudios de laboratorio, no me quedó otra que quedarme con el bebé en brazos a esperarla en el auto, y entonces se desató el tormentoso llanto, y agotadas todas mis estrategias paternales para calmarlo, por último se me ocurrió acercarlo a mi pecho y cuál fue mi sorpresa, que al colocar el bebé su oído derecho sobre mi pecho, al escuchar los latidos de mi corazón, el bebé de inmediato guardó silencio y me miró como si tratara de hacer una identificación visual de algo que le pareció familiar, tal vez, cuando estaba en el vientre materno y escuchaba el acompasado corazón de su madre.
Al establecerse la armonía entre abuelo y nieto, me permitió inspirarme al grado que inicié la elaboración de un pequeño libro al que titulé “Caminando con Sebastián”, mismo que aún no he terminado, porque al nacer mi segundo nieto dividí mi atención y creatividad. Años después Sebastián se mostró un tanto indiferente en nuestra relación y llegado a la adolescencia caso contrario a los que se espera con los cambios de carácter propios de esa edad, Sebastián se volvió sumamente cariñoso y respetuoso conmigo, presintiendo que estaba presentándose el efecto boomerang con el regreso de su amor.
“El sembrador en buena tierra es el que oye la palabra de Dios y la medita, y produce frutos, parte ciento por uno, parte sesenta,, y parte treinta” (Mt 8:23)
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