Pareciera que estamos en una gran batalla en la que nos debemos enfrentar unos a otros, y donde no sabemos entender que la participación activa de todos los actores nos permitirá tener una sociedad justa y digna.

Pareciera que la autoridad nos ve como enemigos porque no manejamos sus halagos, o porque no nos hacemos cómplices de sus datos que chocan con una realidad que todos conocemos, que la gente palpa, y que es ajena a los deseos de cualquiera que se precie de tener un justo concepto de lo que es gobernar.

Cuando escribimos un comentario favorable a alguna acción gubernamental, somos los amigos del mundo; en contraparte, si hacemos un señalamiento, los que gobiernan nos miran como enemigos y nos buscan todo lo posible por desprestigiar a una profesión que tiene mucho compromiso social.

De todo el mundo es sabido que Victoria, la capital de Tamaulipas tiene problemas en su gobierno, y que los servicios públicos están ajenos totalmente de los principales objetivos de quien gobierna: pareciera que los comentarios chuscos -y muy en serio- nos llevan a ratificar el hecho de que es más importante una clase de zumba que una calle pavimentada. Es una realidad que todos vemos, y los que transitamos por las calles de Victoria sabemos, aunque digan lo contrario, que las arterias victorenses están más mal que nunca, y que los baches son parte de una geografía mal entendida y mal administrada, pero latente en todo momento y crucero.

Nos niegan el saludo y la palabra como si nosotros fuéramos los responsables de la falta de servicios, o como si fuera culpa de nosotros el que no pase la basura a tiempo, que no haya suficientes semáforos, que los agentes de tránsito estén más hambrientos que nunca, que la prepotencia esté presente en los funcionarios municipales, que se sienten virreyes y apartan sus calles y “sus” lugares como si fueran dueños del reino.

Pareciera que todo eso que mencionamos no existiera o fuera producto de nuestra imaginación.

No hay diálogo suficiente porque la autoridad considera que no debe “rebajarse” a ello, y no son capaces siquiera de una llamada o algo que pudiera explicar por qué tanta ineficiencia, queriendo culpar a los que ya estuvieron en el cargo de la falta de trabajo municipal y de obras.

Y cuando no nos hacemos cómplices, entonces somos enemigos del régimen, de la administración, y todo lo queremos arreglar con las típicas frases que utilizan quienes llegan sin saber qué hacer, o quienes presumen de ser operadores o gobernantes sin tener idea de qué es un servidor púbico.

Definitivamente, Xico se equivocó y pensó que los enemigos están en los medios, cuando de todos es manifiesto que sus principales rivales están en la misma administración municipal, donde los que deben no hacen, los que cobran por un trabajo no responden, y donde los recursos, a juzgar por los resultados, tienen objetivos distintos a los que se debieron planear.

Nunca será lo mismo andar en la grilla que hacer política; no es igual pasear por las colonias entre baile y baile que decidir qué hacer con el dinero púbico y asumir una actitud justa y de servicio a los demás, porque es importante que se sepa que cada uno de los que cobran en el Ayuntamiento tiene una misión que cumplir y está ligada a atender nuestras demandas, les guste o no.

Pero nos ven como enemigos por el hecho de no seguir sus comentarios y sus indicaciones, por señalar lo que a nuestro juicio hace falta, y nos quieren limitar el ejercicio de una libertad de expresión tan castigada en los últimos años. Nos quieren callar con rumores.

Tan fácil que sería tapar la boca a todos los detractores haciendo obras, pavimentando, arreglando semáforos, atendiendo fugas de agua y arreglando parques y jardines que no sean el 17 o el Paseo Méndez.

Tan fácil, suponemos, que sería para Xico y sus amigos ponerse a trabajar y taparnos la boca con obras, con acciones, con honestidad, y con trabajo, mucho trabajo, el mismo que prometió cuando buscó el voto de todos.

No somos enemigos del régimen, somos los que señalamos lo que pensamos que hace falta y nada más. Y somos tan victorenses como cualquiera, y queremos lo mejor para Victoria. Críticos sí, enemigos, nunca.

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