En el consultorio de la vida espiritual, el propósito es sanar las heridas del alma, y se tiene como principal instrumento de intervención, el amor que emana del corazón, se debe además, poseer otras virtudes como al fe y la esperanza, conocidas dentro de la teología católica como virtudes teologales, y  sumar a estos atributos, otorgados por el Creador, las virtudes cardinales que son: Justicia, prudencia, fortaleza y templanza, que darán forma a la personalidad extraordinaria de quienes tendrán la capacidad de poder sanar o de llevar auxilio espiritual a otros dolientes.

En las relaciones matrimoniales, es frecuente enfrentar situaciones difíciles que ponen en riesgo la unidad de la pareja sacramentada; entre ellas, el no tener o asumir la capacidad para manejar los conflictos que surgen, debido a las diferencias de opinión o de visión para atender algún asunto delicado y que se derivan en distanciamientos y fomento de actitudes francamente negativas, que son obstáculo para una pronta conciliación; el abandono del rol de pareja por atender prioritariamente asuntos de los hijos, o de trabajo, contribuye también a la generación de sentimientos negativos, de soledad, de frustración, de resentimiento, que van disolviendo con el tiempo, el fuerte lazo que unió a la pareja; la búsqueda de “consuelo” en otra persona, o el apoyarse en sustancias nocivas para la salud para “olvidar” eventos que quebrantaron las expectativas que se tenían en la relación de pareja, en fin, la lista  es  mayor de lo que quisiéramos, pero cualquiera que fuese el motivo del desencanto, siempre condiciona una profunda herida difícil de sanar.

La importancia de concientizarnos sobre el significado del amor verdadero, es fundamental para lograr sanar las heridas del alma, quien no da cabida o arraigo a sentimientos negativos en su mente, podrá perdonar de corazón y sanará. Restablecer la comunicación directa sin resentimientos es el primer paso para encontrar el equilibrio y la paz extraviados.

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