De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la demencia es un trastorno progresivo que deteriora la función cognitiva de las personas. La forma más común es el Alzheimer. En México, 800 mil personas tienen un trastorno de demencia. Datos del censo de población 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía citan que en México hay más de 10 millones de personas en el grupo de edad entre 60 a 85 y más años. Estudio del Consejo Nacional de Población sobre la proyección de esperanza de vida muestra promedio de 77 y 78 años, para los años 2020 y 30.
Estos datos son relevantes pues el Alzheimer es la principal forma de demencia y se presenta a partir de los 65 años de edad. Puede transcurrir hasta 5 años para que una persona con manifestaciones demenciales se diagnostique. Alzheimer es la principal forma de demencia con 50 a 70% del total. La prevalencia de la demencia (qué tan frecuente en función de edad o sexo) crece exponencialmente de 65 a 85 años, duplicándose cada 5 años, estabilizándose a partir de los 85-90 años. Las mujeres presentan mayor riesgo de presentar Alzheimer, los hombres de padecer demencia vascular. Si se tiene un familiar de primer grado con demencia, el riesgo de presentarla es 4 veces mayor.
En busca de mejorar la capacidad diagnóstica, se desarrolló una investigación del sueño. La persona mayor que tiene menos sueño de ondas lentas (sueño profundo que consolida recuerdos y despertar renovado) tiene nivel más alto de proteína cerebral Tau, signo de Enfermedad de Alzheimer. Brendan Lucey, MD, director del Centro de Medicina del Sueño de la Universidad de Washington, dice es interesante ver relación inversa entre la disminución del sueño de ondas lentas y más proteína tau en personas cognitivamente normales o muy leves, lo que significa que la reducción de la actividad de ondas lentas es un marcador de la transición entre lo normal y lo deficiente.
Los cambios cerebrales que llevan al Alzheimer comienzan lenta y silenciosamente. Hasta dos décadas antes de que aparezcan los síntomas de pérdida de memoria y confusión, la proteína beta amiloide comienza a acumularse en placas en el cerebro. Más tarde aparece la tau, seguidos de atrofia de áreas clave del cerebro y la persona comienza a mostrar signos inequívocos de deterioro cognitivo.
Se estudió 119 personas de más de 60 años. 80% cognitivamente normal, el resto con discapacidad leve. Se monitoreo el sueño en su hogar por una semana para medir sus ondas cerebrales. Realizaron registros de sueño, midieron niveles de beta amiloide y tau en cerebro y líquido cefalorraquídeo. Encontraron que la disminución del sueño de ondas lentas coincidía con niveles altos de tau en el cerebro y mayor proporción de tau y amiloide en líquido cefalorraquídeo. La clave es que no es la cantidad total de sueño lo que se relacionó con tau, fue el sueño de onda lenta, que refleja la calidad del sueño. La persona con patología tau aumentada, dormía más por la noche y durante el día, pero su sueño no era de la mejor calidad.
La siesta diurna se asoció con alto nivel de tau, lo que significa que preguntar ¿cuánto duerme durante el día?, ayuda al médico a identificar quien podría beneficiarse de pruebas adicionales, fundamental, pues la intervención temprana es crítica para retardar la neurodegeneración y la progresión del Alzheimer.