Socialmente los conceptos van cambiando, antes se hablaba de que las personas teníamos algo que considerábamos propio y se decía: lo mío y para referirse a la propiedad del otros se decía: lo suyo; de manera un tanto hipotético se hablaba también de aquello que supuestamente pertenecía a ambos y entonces se decía: lo nuestro. Hoy, debido a la incontrolable oleada de problemas de causa diversa que se presentan tanto a nivel local, regional, nacional e internacional, la situación adversa nos conduce a la suma de los intereses propios y los ajenos, para que en un verídico sentimiento de solidaridad adoptemos una denominación común que nos conduzca a una real e inevitable alineación fraterna, para buscar la solución más efectiva y contundente de lo que ha llegado a conducirse como un verdadero caos.
Las primeras alineaciones deberían darse en lo familiar, pero en ocasiones, ha habido tanta discordia consanguínea que pareciere imposible de lograr la suma de voluntades para crecer como familia; de ahí que, es probable que todo inicie de los pequeños grupos sociales cuyos miembros reconocen y se dejan guiar por los liderazgos democráticos basados en principios humanitarios.
Los últimos en buscar la armonía, podrían ser los partidos políticos, porque los intereses de cada grupo, paradójicamente, riñen con el interés de la comunidad al ser rebasadas las bondades plasmadas en los documentos rectores, por acciones contrarias a los principios que les dieron origen, pero ante lo que se estima funesto y desastroso, asombrosamente por la inercia de la dinámica social, terminarán también por alinearse fraternalmente, integrándose a la nueva estructura política como unidades precursoras de una nueva cultura, la que resulta ser la única que puede garantizar la justicia, la equidad y la paz social.
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