El pequeño colibrí demostró su grandeza al llamar la atención de su benefactor al comunicarle muy a su manera, las necesidades de su familia, desde luego que el interés genuino de la colorida ave, obedecía al aseguramiento permanente del acceso a la fuente alimentaria artificial, que desde hace tres años se instaló, cuando se dio el primer avistamiento, esto, debido a que la naturaleza ha sufrido cambios importantes que han limitado sobremanera su alimentación natural.
Habían pasado más de veinte años, y en aquel hogar jamás hicieron acto de presencia los colibríes, curiosamente, llegaron cuando nuestros hijos habían partido a formar sus propios hogares, así es que tal vez les fue propicio anidar en una de las plantas que le daban vida a un espacio destinado para descansar; el nido fue instalado en una rama de una palma de ornato, la misma palma que mi madre me obsequiara para darle vida a la sala de espera de lo que fue mi primer y único consultorio, hace precisamente 45 años y que al término de mi práctica privada, trasladé a nuestro hogar; pues bien, la pareja de colibríes estuvo presente durante todo el proceso de empollamiento y una vez que nacieron los polluelos y emplumaron, igual que nuestros hijos, abandonaron el nido para seguir el curso natural de su vida; desapareciendo por un par de meses, y reapareciendo después en el pequeño jardín de nuestro pequeño patio, no me hubiera percatado de la presencia de los colibríes, si uno de ellos no hubiese quedado atrapado en el cuarto de lavandería, pues el ave trataba de salir golpeándose en una de las ventanas que estaba cerrada; coloqué una escalera y atrapé al colibrí, bajé con él en la mano cuidando de no ejercer mucha fuerza para no sofocarlo, se podía sentir el fuerte latido del pequeño corazón, y se escuchaba un pillido desesperado, que de inicio me invitara a abrir la mano, pero consideré que antes de hacerlo debería de calmar la tremenda ansiedad del colibrí, así lo hice, le hablé suavemente y toqué con el pulpejo de mi dedo índice de la mano derecha su cabeza, y poco a poco sentí cómo se iba calmando, entonces abrí la mano y el ave se quedó quieta por un par de minutos, teniendo que mover la mano para que emprendiera el vuelo; posteriormente el ave regresó acompañada de su pareja y ambas revolotearon por el jardín, acercándose a mí en varias ocasiones, mientras yo permanecía inmóvil para no espantarlas.
Los colibríes iban y venían al jardín, así es que compré plantas con flores, y ellas se acercaron en busca del néctar, pero esto fue insuficiente de ahí que compré un bebedero, buscando no provocar algún mal por tratarse de algo artificial, así es que estuve pendiente de seguir las indicaciones de su uso y el tipo de alimentación; afortunadamente hasta la fecha no han enfermado los colibrís. Con el tiempo la coacción entre estas aves y yo ha mejorado de tal forma que ya sé cuándo cambiar el alimento, previo lavado del bebedero, dónde colocarlos para evitar que sufra los efectos por el calor. He podido tener en mis manos a esta familia de colibríes, ellos siguen siendo libres, peros ambos hemos aprendido que nos necesitamos, yo los alimento y ellos alimentan mi alma.
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