El 2007 fue un mal año para México. Y en especial para Tamaulipas.
En ese momento nacional, el gobierno de Felipe Calderón ordenó al Ejército, dentro de su guerra contra la delincuencia organizada, el desarme total y por consecuencia la desaparición, de las policías municipales.
En nuestra patria chica no quedó un solo preventivo activo. Primero los acuartelaron y después los lanzaron sin contemplaciones a la calle con el argumento de que estaban coludidos –y era cierto en la mayoría– con los grupos delictivos a los que debían combatir.
Me parece que el gobierno calderonista hizo bien en intentar depurar esas corporaciones, pero en contraparte a los municipios y a sus residentes nos heredó lo que hoy se ha convertido en una corte de haraganes en materia de seguridad pública, Me refiero a los alcaldes.
Todos, sin excepción por lo menos en Tamaulipas, se tumbaron en una cómoda poltrona, dieron gracias a Dios o al Diablo por haberles quitado una de las cargas más pesadas para una autoridad sin importar su rango y se olvidaron, me atrevo a decir que con alegría, de la protección que estaban y están, obligados a otorgar a las vidas y patrimonios de sus conciudadanos y de sus familias,
¿Quién demonios les dijo que ahora ser alcalde no conlleva la responsabilidad de combatir al delito común?
¿Cómo pueden alardear de ser administradores ejemplares si no son capaces de prevenir un robo callejero o a un comercio, porque se sienten en la antesala del infierno si alguien habla de revivir a la policía municipal?
Hoy, esos ediles se escudan precisamente en la falta de una policía local para “justificar” su indolencia en ese rubro, pero no mueven ni un dedo para recuperarla. ¿Para qué? deben decirse desde sus adentros, si así están tranquilos.
Ayer, el Delegado del gobierno federal en la Entidad, José Ramón Gómez Leal tocó una fibra sensible en ese tema, al acusar a los jefes de comuna tamaulipecos de jugarle al “ensarapado” –el término es mío– para eludir el retorno de recuperar esos cuerpos policíacos.
Ya es tiempo de poner a los alcaldes a trabajar en lo que por doce años han hecho “como que la virgen les habla” cuando de violencia delictiva se habla. Hay ediles que ni a las mesas de seguridad quieren asistir por no arriesgarse a un intento de resucitar a los “cuicos”.
No se puede ser presidente municipal a medias como no puede estar una mujer medio embarazada. El cargo implica constitucionalmente hacer lo posible porque el Derecho siga como camino para todos y no como simple cita en un discurso.
Ya es tiempo de que retornen los policías municipales en una versión moderna, preparados, capacitados, seleccionados y bien pagados, para que deje de ser esa labor una tabla de náufrago para no morir de hambre.
Ya es tiempo de poner orden…
NO ME DIGAS, YA SÉ…
Y a propósito, le referiré si me permite un pasaje que retrata cómo se podía llegar a ser policía municipal.
En una sesión de cabildo abierta a todo público en donde quien escribe era testigo, un ex alcalde tamaulipeco atendía peticiones de todo tipo, desde una banqueta hasta la donación de unas gallinas para montar un “negocito”.
Entre los planteamientos, una señora se sentó frente al edil y le pidió empleo para su hijo, un mozalbete de algunos 19 o 20 años de aspecto retraído y con la mirada clavada en el suelo.
¿Qué chamba quieres?, dijo el alcalde para de inmediato responder él mismo: No me digas, ya sé, de policía…
La mujer asintió y el presidente llamó a su secretario y le dio un papel con su firma dirigido al titular de Seguridad Pública Municipal para que diera de alta al chico. Así, sin exámenes, sin polígrafos, sin pruebas de capacidad o de confianza.
Así se llegaba a policía. ¿Por eso los desaparecieron?…sí, es lo más seguro…

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