¡Oh! vieja canción del ayer, ¡oh! primera luz de la mañana, despierta en mí la alegría de vivir el hoy, y haz que espere con igual entusiasmo la luz que anuncia el nuevo el día.

Que mi mente repose tranquila, como la sutil llegada de las olas a una calmada playa del mar de mis fantasías, para establecer la armonía entre la blanca espuma y la fina arena, de la límpida orilla que guarda con celo tan cordial faena para mantener la cálida humedad del lecho donde irá a reposar la siguiente ola.

Ábranse los ojos de los fieles a la esperanza, recupérese la fe y la confianza, para que nuestro Señor escuche esta sincera y sentida alabanza, para que el espíritu jovial que habita en amorosa residencia, le recuerde al cuerpo terrenal que con miedo se estremece, que el tiempo podrá cambiar la estación de la imagen del hombre y el paisaje, pero nunca podrá marchitar el corazón de quien ama con pasión, y reconoce con humildad ser parte de la divina creación de su celestial linaje.

Vayan mis pies descalzos siguiendo tus pasos por el camino, sea tu voluntad la mía, divino Pastor, y no el reproche continuo por el dolor que me causan las agudas puntas de las espinas que van forjando mi destino.

Venga a mí la nueva canción de la vida, la de tus palabras siempre vivas, las que imprimen la eterna energía, para vencer todas nuestras tristezas y cambiarlas por alegrías.

 ¡Oh! Señor Jesús, fuente de inagotable amor y de misericordia,  quédate siempre cerca de los que igual te amamos y esperamos que tu divina presencia, llene de gozo los corazones que hoy te dedican este su amor y canto.

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