Puedo caminar por el mismo lugar, pero la huella que dejo al pasar,  siempre será diferente, porque nada permanece estático, ni el espacio, ni el tiempo; y si caminara tratando de no dejar huella al andar, por ir pisando sobre mis propios pasos, igual, todo habría de cambiar en ese desandar el camino, porque aunque me dirigiera al mismo destino, mi pensamiento habría de no ser el mismo, y con ello, parte de mi ser, del entorno y del universo.

Aunque todos los días nos parecen iguales, todos son diferentes y diferente es la gente con la que convivimos todos los días, incluso, el que piensa  que por su voluntad, puede resistirse a cambiar, al empeñarse en tal postura, cambia, por la voluntad de otros, aunque se llene de amargura.

Hay personas que aceptan, que todo puede cambiar, y creen que se puede optar por un cambio silencioso, de esos que se pueden dar poco a poco, disque para poderse adecuar y no parecer un loco, por cambiar tan repentinamente y verse codicioso.

El cambio no es algo que dependa realmente de nuestra voluntad, porque siendo parte de un todo, el todo tiene que cambiar, para que todo sea diferente, mas, para mover tanta voluntad, en este mundo de locos, tendríamos que aceptar primero la voluntad del Todopoderoso, del que un día creó a la humanidad, haciéndola a su imagen y semejanza, dándole la confianza de que pudiera pensar con el mismo amor, para sembrar la esperanza de tener un mundo mejor; mas, el pensar con el mismo fervor, exige un corazón noble y puro, labrado en la alabanza al divino Creador, para que siga viéndonos con amor, cuando nos empeñamos en sembrar la semilla del egoísmo, la envidia y el rencor, que producen el fruto de la desesperanza.

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