Tras el azote en Guerrero del huracán Otis, y su naturaleza atípica debido a la rapidez (24 horas) con que evolucionó a categoría 5, no queda más que confrontar la realidad de las monumentales pérdidas y resolver lo inmediato, pero también empezar a planear el futuro del Estado, en concreto, el de su principal fuente de ingresos, es decir, el de la ciudad de Acapulco. Desde luego, lo más lamentable son las pérdidas humanas, hasta el momento contabilizadas en 45 fallecidos y 47 desaparecidos y que representan terribles tragedias familiares; pero está también quién perdió todo su patrimonio: alrededor de 256 mil hogares devastados por Otis, según datos oficiales de la CFE. Y, además, el daño a la infraestructura pública: 23.6 kms de vialidades dañadas en la zona costera y 865.6 kms de vialidades tierra adentro, según datos de Copernicus, el área construida afectada en la zona costera de Acapulco es de 4,285.1 hectáreas.
Sin duda, la prioridad en esta estapa es atender las necesidades básicas de la población afectada, pues tan sólo en Acapulco habitan casi un millón de personas a quiénes CFE ya ha comenzado a reestablecer el servicio de luz, mientras que diversas instancias del gobierno federal trabajan para que pronto cuenten con agua potable y alimentos. Una vez resuelto lo urgente, es indispensable pasar a lo trascendente, es decir, trazar el plan de reconstrucción, que permita aprovechar esta oportunidad histórica para reconstruir El Puerto de una forma incluyente y sustentable. Previamente es necesario considerar (1) las condiciones que impone el cambio climático, (2) las dimensiones de las pérdidas económicas en Acapulco y (3) las experiencias similares en otros destinos turísticos.
El Gobierno de México confirmó que Otis rompió el récord histórico de intensificación en nuestro país, el cual pertenecía al huracán Patricia (2015), al escalar de tormenta tropical a huracán categoría 5 en tan sólo 12 horas. En ese contexto, la Red Mexicana de Científicos por el Clima (REDCiC) afirma que “es obligatorio modificar, actualizar y reforzar los sistemas de monitoreo, alertamiento y los protocolos de protección civil, dado que ya estamos viviendo un cambio drástico en los sistemas climáticos… es urgente tomar medidas concretas de mitigación y adaptación, modificar planes de desarrollo urbano, reglamentos de construcción e invertir en infraestructura adecuada… los desastres no son fenómenos naturales, sino eventos construidos socialmente, cuyo origen se encuentra en la falta de planeación histórica, la urbanización desordenada, las condiciones de desigualdad, pobreza e inseguridad… se hacen necesarias, más que nunca, políticas públicas integrales, que consideren al cambio climático como elemento transversal, en la práctica, en los presupuestos y no sólo en los discursos de todos los actores”.
Para dimensionar el tamaño de las pérdidas económicas y el reto al que nos enfrentamos como país, vale recordar que Acapulco representa el 65.8% del PIB guerrerense. Desde luego, la mayor actividad económica de El Puerto se concentra en la rama de servicios (72.9%), la cual incluye a la industria hotelera y restaurantera. Según datos oficiales, la entidad cuenta con 652 hoteles, de los cuales 289 se encuentran en Acapulco, dónde se ubican 19,676 cuartos de hotel, los cuales emplean a alrededor de 45mil personas. Con base en datos de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), la gobernadora Evelyn Salgado, reportó que el 80% de los hoteles habían sido afectados. Lo cual implica que la economía de El Puerto se encuentra pausada, pero también la del Estado de Guerrero.
De acuerdo con la organización ENKI research, basada en Estados Unidos, y dedicada a realizar investigación sobre los riesgos antropogénicos del cambio climático y el impacto potencial de las actividades humanas en la atmósfera oceánica, el costo económico de OTIS, representaría 15 mil millones de dólares, que al tipo de cambio al día de hoy, significa 270 mil millones de pesos, ¡esto es aproximadamente, poco más del 80% del PIB de Guerrero!
Más allá de esos números abrumadores, ¿Cuál ha sido el proceso de reconstrucción de otros destinos turísticos que han sufrido tragedias similares? ¿Qué podemos aprender y replicar para el caso de nuestro emblemático Acapulco? La información de los siguientes tres casos de estudio (Nueva Orleans, Bilbao y Medellín) la obtuve gracias a la inteligencia artificial del ChatGPT-4, a quién le consulté sobre la estrategia que siguieron ciudades que fueron reconstruidas exitosamente; la traducción y redacción es mi entera responsabilidad.
En diciembre de 2005, Nueva Orleans fue azotada por el huracán Katrina, causando la muerte de casi 2 mil personas, la inundación de alrededor del 80% de la ciudad, daños por un estimado de $100mil millones de dólares, entre ellos, el daño severo a más de 12mil habitaciones de hotel (un tercio del total). Su recuperación fue lenta, a pesar del arduo trabajo en conjunto del gobierno y la sociedad civil, apenas en 2018 se llegó al número anual de turistas previos a la devastación: 18 millones. La estrategia del gobierno norteamericano consisitió en involucrar a la comunidad local y a ciertas Organizaciones No Gubernamentales en la reconstrucción de vivienda, a fin de darle identidad y pertenencia a los diversos barrios destruidos; pero el gobierno también acudió a la iniciativa privada para lograr colaboraciones público-privadas y así revivir la actividad económica, en particular, al sector turístico, para lo cuál invirtió en la promoción de una serie de eventos, como el tradicional y emblemático “Mardi Gras” (carnaval de Nueva Orleans), así como festivales de jazz y de gastronomía local.
El golpe que significó Katrina, llevó a las autoridades de Nueva Orleans a entender la necesidad de invertir en tres temas clave para el futuro de la Ciudad y sus habitantes: Infraestructura estratégica, como lo son dos nuevos sistemas, uno de diques y otro de protección contra huracanes; Diversificación económica, por lo que sectores como el de tecnología, industria cinematográfica y salud, crecieron significativamente después de 2005 y transformación del sistema educativo, para 2019, las pruebas escolares mejoraron y las tasas de deserción escolar disminuyeron considerablemente. Para todo ello fue necesario constituir la Lousiana Recovery Authority (LRA) que lideréo el proceso de reconstrucción de Nueva Orleans, desde luego apoyada por el gobierno local y numerosas organizaciones no gubernamentales que se involucraron en proyectos concretos.
Otro caso, digno a considerar es el de Bilbao que en los años 80 experimentó una fuerte decaída después de haber sido uno de los principales centros de logística y manufactura de España, la ciudad se hundió en la desindustrialización, la contaminación y el desempleo. La estrategia de recuperación se llevó a cabo gracias al Plan Metropoli-30, que involucró a autoridades locales y regionales e incluyó al menos lo siguiente: (1) la construcción del icónico museo de Guggenheim, inaugurado en 1997, y que pronto se convirtió en una de las piezas clave de la transformación de la ciudad, pues fue y sigue siendo uno de los grandes atractivos turísticos, pero también estimuló el desarrollo de las zonas aledañas al mismo; (2) el desarrollo de proyectos urbanos de alto impacto como la descontaminación y renovación del Río Nervión, la mejora del transporte público con un nuevo sistema de metro y la creación de áreas verdes y zonas peatonales; (3) el viejo puerto industrial fue reubicado, lo que permitió liberar espacio urbano para el desarrollo y revitalización del frente de agua; (4) Alianzas público-privadas, en particular con la Fundación Guggenheim, que vio el potencial del museo e invirtió en hoteles, restaurantes y otro tipo de amenidades. El llamado “Efecto Bilbao” describe la transformación de la ciudad, que seguido se cita como un modelo de cómo el arte y la arquitectura pueden impulsar la renovación urbana. Para este caso de éxito, además de la Fundación, Bilbao Ría 2000 fue una asociación público-privada, creada en 1992, para implementar proyectos de recuperación urbana como la relocalización del puerto y la limpieza del río.
En los años 80 y 90, Medellín era conocida como la capital mundial del asesinato debido al predominio del crimen organizado, los carteles de la droga y las guerillas urbanas. Para recuperar la ciudad se consideró al menos: (1) la construcción de bibliotecas, parques y escuelas en las áreas más pobres de Medellín, pues el gobierno vislumbró que la arquitectura y el urbanismo podrían ser importantes herramientas para el cambio social; (2) la introducción del cablebus para dar acceso a lugares ubicados en zonas montañosas y que precisamente eran marginados por su inaccesibilidad, lo cual ayudó a integrarlos con el resto de la ciudad y así, proveer mejores oportunidades para sus residentes; (3) la integración de las comunidades al proceso de toma de decisiones del gobierno, lo cual hizo que la población se adueñara de los proyectos; (4) la generación de asociaciones público-privadas para involucrar al sector privado en ciertos proyectos urbanos; (5) la integración de organizaciones no gubernamentales (locales e internacionales) que ayudaron a desarrollar e implementar varias iniciativas sociales, desde educación hasta la construcción de comunidad, en particular dónde el gobierno tenía un acceso limitado.
Considerando los tres temas anteriores (cambio climático, dimensión de pérdidas y experiencias similares), se vislumbran algunos elementos indispensables para la recuperación eficiente, efectiva de Acapulco, a través de un plan incluyente y sustentable, lo cual habré de abordar en mi próxima entrega. También mencionaré ciertos proyectos largamente postergados y que hoy pueden resurgir como elementos de la reconstrución de El Puerto que dio origen a la industria turística en nuestro país y que, en su momento de gloria, fue un destino emblemático en el mundo. Los habitantes de Acapulco lo necesitan y lo merecen y la Ciudad de México y su zona metropolitana, necesitan también volver pronto a “su playa”.
* La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión; ex Secretaria de Fomento Turístico del Estado de Guerrero