Como lo consignan los libros de historia nacional, hubo una era formal de virreyes en México.
Sin embargo y a riesgo de que me diagnostiquen algún tipo de desequilibrio mental, puedo decirle que no ha sido la única. Y parece que en el futuro inmediato asoma una tercera.
La original, todos o por lo menos la mayoría lo sabemos, se registró durante el período de La Colonia, la cual concluyó al declararse la Independencia del país. Aquellos virreyes, como detentadores a distancia del poder monárquico desaparecieron, pero al paso de los siglos resurgieron aunque de manera virtual en los gobernadores de los estados. En realidad no fue totalmente adecuado el símil porque no representaban al rey –en este caso al Presidente– sino que poseían un poder paralelo que aunque pequeño, era solo suyo.
Sus imperios locales hoy se han reducido. En los hechos muchos sólo firman pero no mandan, salvo en el menú del día. Están, queda claro, en franca decadencia.
Ahora, deja ver sus primeras señales la tercera generación de virreyes.
Serán, todo lo indica, los flamantes Coordinadores Generales del Gobierno Federal en los Estados. La voz y oídos del Presidente de la República.
Quienes sean ungidos, como es el caso en Tamaulipas de José Ramón Leal apenas designado ayer, se apegarán al perfil histórico de esta figura y serán como los originales, auténticos representantes del poder central al controlar en forma casi omnímoda a los hasta ahora delegados y a corto plazo, simples encargados de sus despachos. Los Coordinadores serán en la práctica, auténticos virreyes.
Pero… ¿Quién es José Ramón ?
Va una apretada síntesis en dos escenarios.
En el privado, es un empresario exitoso que da empleo a alrededor de 800 trabajadores en Reynosa, es un hombre profundamente religioso que ha llevado su fe hasta cumplir misiones en La India y es un fanático del orden, resultado de recibir educación en una escuela militarizada.
En el plano político su trayectoria es más conocida. Popular con el mote de “JR”, fue regidor, diputado local y fallido candidato independiente a la alcaldía reynosense por minimizar, dicen, a los medios convencionales de comunicación y apostarle sólo a las redes sociales, visión que cambió en su nuevo y cercano intento de alcanzar esa Presidencia Municipal bajo las siglas de MORENA, en donde pese a su evolución mediática también fue derrotado.
Parecía con ese tropiezo que su sueño político se detenía pero como queda claro hoy, en realidad apenas empezaba en una muestra más de que en la política hay quienes perdiendo ganan.
¿Por qué darle tanto protagonismo a JR?
Bueno, sucede que en los hechos JR se confirmó en Tamaulipas no sólo como el alter ego local de Andrés Manuel o como un simple representante del gobierno federal.
Se convirtió José Ramón en automático en el primero en la fila de MORENA –con certeza pronto se quitará de encima a sus comparsas– rumbo a la candidatura a gobernador en tres años más, a la mitad exacta del mandato de su mecenas y en el apogeo del poder lopezobradorista. Sólo tiene hasta ahora a un competidor evidente, el senador electo Américo Villarreal Anaya, aunque sin duda pueden crecer en ese lapso otras figuras.
En este escenario inédito y ante las dudas de lo que sobrevendrá con este modelo gubernamental, sólo queda recordar la vieja frase que asegura que todo parto es doloroso y formular una pregunta que surge natural:
¿A quién o a quiénes les dolerá más?…

¿LO VALEN?
En el balance de dominio morenista que arroje Tamaulipas tras las elecciones, parece indispensable que los candidatos triunfadores de ese partido asuman una prioridad: demostrar que tienen valor propio y que no son simples palizadas que arrojó la marea pejista a una playa.
Hay quienes tienen capacidad personal para exhibir su valía, pero hay otros –y otras– que a corto plazo sin asomo de duda, serán balconeados en su ineptitud. Lo que no descubre el agua, lo descubre el tiempo…

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