La Enfermedad Tromboembólica Venosa (ETV) es la tercera causa de muerte cardiovascular tras el infarto de miocardio y el ictus. Su prevalencia es de 116 casos por cada 100 mil habitantes. Entre los que más la padecen se encuentran personas mayores de 66 años. Los factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad son inmovilización, cáncer y cirugía. Hay factores desencadenantes como uso de anticonceptivos hormonales, embarazo y viajes prolongados. Sin embargo, en el 45% de los casos no se puede detectar un factor de riesgo identificable. Las formas más frecuentes en las que se manifiesta la ETV es la trombosis de las venas profundas de las piernas y el embolismo pulmonar.
Por alta la mortalidad por embolia de pulmón, la hospitalización por esta causa aumenta, aunque las técnicas diagnósticas actuales para detectar este proceso con oportunidad y la mayor eficacia de los tratamientos y reducir el menor número de complicaciones de la enfermedad, reduce la tasa de mortalidad.
La Enfermedad Tromboembólica Venosa se asocia con frecuencia a patologías muy prevalentes como insuficiencia cardiaca, descompensación de una bronco-neumopatía crónica, el accidente cerebrovascular o el infarto de miocardio. También hay estrecha vinculación con la insuficiencia renal ya que es un factor que determina la severidad de la embolia de pulmón y la mortalidad que puede llegar a ocasionar.
La Enfermedad Tromboembólica Venosa se relaciona estrechamente con el cáncer, siendo muy prevalente en el enfermo oncológico. Se debe a que el propio tumor produce sustancias procoagulantes que provocan un estado de hipercoagulabilidad y que condiciona, en ocasiones, la aparición de un evento trombótico. La cirugía oncológica, la quimioterapia, la radioterapia y el uso de catéteres centrales promueven también la formación de trombosis en el sistema venoso.
«Guía Alzheimer 2019 de Comunicación y Conducta. Consejos para familiares», un manual que incluye consejos de comunicación, alteraciones de conducta, actividades de la vida diaria, seguridad en el domicilio y de estimulación física y mental. Algunas de sus recomendaciones son:
En otra enfermedad que azota a la población de adulto mayor, Alzheimer, es una enfermedad del cerebro que obligadamente debe ser tratada con el corazón. Es difícil la comunicación correcta con una persona con su sistema nervioso central en distorsión. Es necesario estar calmado, mirarle a los ojos mientras se le habla, expresar cariño y seguridad, acercarse a la persona de frente, hablar más despacio con frases más cortas, tratarla siempre como adulto, incluirle en las conversaciones, mantener una postura del cuerpo relajada y siempre sonreír.
Para evitar problemas de conducta, se debe reaccionar y reforzar las conductas positivas y, ante conductas negativas, no reaccionar y desviar la atención del paciente con algo que le guste. Evitar las situaciones o temas que generen reacción negativa en la persona. Mantener la calma, transmitir cariño y confianza.
Para mantener la mayor independencia en las actividades de la vida diaria, ir ayudando poco a poco, siguiendo los siguientes pasos: Dejar que haga solo/a la actividad. Supervisar que la haga. Cuando se le olvide hacerla, recordárselo. Cuando no pueda hacerla, darle las instrucciones, paso a paso, de cómo hacerla.
Luego dar ayuda parcial. Finalmente ayudarle completamente en esa actividad.