“La lealtad en política es simplemente una cuestión de fechas”…

Cardenal Richelieu

Los llamados –ahora hay que añadir las llamadas– “veletas”, “chapulines”, “trapecistas” y una suerte de motejos por el estilo derivados de su capacidad para cambiar colores e ideologías, son una especie natural en la política mexicana.

Nacieron con ella, han vivido con ella y lo más probable es que primero se extingan los partidos que esas figuras.

Entre esos saltimbanquis coexisten los improvisados con los expertos; los idealistas con los ambiciosos, los inteligentes con los estúpidos y los perversos con los ingenuos. De todo hay en la Viña del Señor.

Son prácticamente todas, lealtades con precio, no siempre monetario, hay que admitirlo, aunque en la política –es curioso– pagar favores con  dinero suele ser la opción más barata. Insisto, hay de todo en esa fauna.

En ese terreno, el de la lealtad, Don Juan B. García, dueño del desaparecido periódico La Opinión de Matamoros y viejo lobo de mar calado en mil batallas de todo tipo, señalaba con singular acierto que en la política existen dos clases de ese atributo: La del gato y la del perro.

La del gato, asentaba don Juan, es hacia la casa. No importa el dueño o inquilino, si el felino se siente bien en ese hogar nadie lo moverá del mismo.

La del perro, añadía, es lo contrario: Es hacia el dueño o residente de la casa. Si éste cambia de sede, el can lo seguirá hasta dónde vaya, las veces que sean.

Sin embargo, hay casos que se salen de la generalidad y merecen un espacio por separado. Uno de ellos –mi pleno respeto a la dama– es el de la señora Magdalena Peraza Guerra. Su trayectoria la precede como ícono político en Tampico.

Quien escribe la conoció como regidora ya no recuerdo en la alcaldía de quién, pero sí décadas atrás. El partido de sus amores era el PRI, al que defendía con pasión –como decía el maestro Don Alfonso Pesil– digna de mejor causa.

Fue alcaldesa por esas siglas y hay que reconocerlo, hizo un buen trabajo. Tan bueno que muchos la etiquetaron como garantía de triunfo electoral.

Repentinamente, olvidó al tricolor y fue seducida por el PAN, donde sólo la utilizaron fugazmente y la desecharon, como lo demostraron cuando la entonces candidata a la Presidencia de la República, Josefina Vázquez Mota, la exhibió al no dejarla subir en el puerto jaibo a la camioneta en que ésta se movía.

Varias voces coquetearon con ella en los años sucesivos y cuando la mayoría pensaba que su figura era historia, ahora aparece en el entarimado de Morena.

¿Qué tipo de lealtad política mueve a la señora Peraza?

Es difícil saberlo. No es al dinero porque en honor a la verdad nunca mostró apego a él, no es a los amigos porque en estas parcelas son de mentiras; y no es al poder porque tampoco ha padecido soberbia.

Un amigo periodista del sur aventuró una respuesta: No se trata de lealtad, es necesidad de cariño social. En lenguaje coloquial: De apapachos.

Se hace evidente que en el entorno político sucede lo que en los espectáculos: Se acostumbra uno a los aplausos…

UNA PESADILLA EN CAMPAÑA

Junto con las campañas, los ciudadanos sufrimos una plaga que se ha vuelto recurrente por lo lucrativas que son para sus operadores: Las encuestas.

Entre el cúmulo de metodologías y campos de acción, una de las prácticas que alcanzan niveles de acoso, son las que se llevan a cabo con llamadas teléfónicas. No exagero, es tan sistemático que una de cada tres veces que se contesta es una consulta de ese tipo. ¿Alguien puede frenar esa andanada?…

Hasta ahora su servidor no ha tenido éxito en detenerlas. Por cada número que bloqueo surgen tres más. Es una locura.

Y pensar que habrá que esperar a que acaban las campañas…

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