Según cuenta el científico Neil deGrasse Tyson en su libro Astrofísica para gente con prisa, hace 14 mil millones de años todo el universo estaba comprimido en un espacio un billón de veces más pequeño que el punto final de esta oración. La súbita expansión de ese punto es el fenómeno que hoy conocemos como el Big Bang, la explosión que dio origen al universo.
Curiosamente, algunas personas tienden a creer que el Big Bang es una mera suposición sobre cómo nació el universo y no un hecho. Sin embargo, esta explosión ha sido comprobada en múltiples ocasiones por los científicos.
El Big Bang fue propuesto por primera vez por el sacerdote y científico Georges Lemaître en 1931. El físico razonó que un universo como el nuestro, que se expande de forma constante, tendría que tener un origen.
Lemaître llamó “átómo primigenio” a este hipotético punto original del cosmos.
Dicha hipótesis fue motivo de controversias y discusiones por parte de los científicos de la época. Estas ideas le valieron un gran reconocimiento a Lemaître, aun cuando no quedaba claro cómo podría comprobarse su veracidad.
Esto cambió en 1948, cuando el científico George Gamow predijo cómo podría verificarse la existencia del Big Bang. Su razonamiento fue este: si hubo una explosión con tanta luz, esta luz aún debería existir, aunque debilitada.
El accidente que permitió saber el origen de todas las cosas
Ya en 1948, Gamow habría predicho que la luz remanente del Big Bang, gracias a un fenómeno conocido como “corrimiento al rojo”, no sería luz visible, como la que captan nuestros ojos, sino que sobreviviría en forma de ondas de microondas.
Su predicción quedó en el aire hasta 1965. Aquel año los jóvenes científicos Arno Penzias y Robert Wilson hicieron un notorio descubrimiento en los Laboratorios Bell.
Mientras calibraran un sistema de antenas de microondas, los científicos encontraron una peculiar fuente de ruido. Esta interferencia no tenía un origen conocido y, además, se encontraba en cualquier lugar hacia donde apuntaran una antena.
Tras múltiples cálculos, los científicos concluyeron que, sin querer, habían comprobado la predicción hecha por Gamov: habían descubierto la luz fósil del Big Bang.
Penzias y Wilson nombraron como “radiación de fondo de microondas” a esta radiación electromagnética debilitada que venía directamente desde el inicio del universo; recordemos que la luz visible, como la que emiten nuestras pantallas y nuestro sol, es una clase de radiación electromagnética.
La radiación de fondo de microondas se cuela como ruido de fondo en todos los aparatos que capten esta clase de frecuencias. Por ejemplo, el 1% de la “ceniza” que aparece en las viejas televisiones es parte de esta radiación y proviene directamente del Big Bang.
Los resultados de su investigación se publicaron en julio de 1965 en la revista Astrophysical Journal. Ambos científicos fueron reconocidos con el Premio Nobel de Física en 1978 por su descubrimiento.
Por muchos años los detractores del Big Bang se preguntaron dónde estaba la evidencia de este evento. Ahora sabemos que la prueba está literalmente en cada rincón del universo.