Una bebé de seis meses no comía ni dormía si no tenía un celular enfrente. Un niño de 5 años, obsesionado con los dinosaurios, rugía y arañaba a sus compañeros después de pasar hasta 6 horas viendo videos en línea. Otro pequeño estallaba de emoción cada vez que veía un teléfono en la escuela porque en casa sólo conciliaba el sueño con la pantalla encendida.
Los tres casos fueron documentados por la psicóloga Viviana Quintero, experta en protección a la niñez en línea. “Lo que nos muestran estas experiencias es claro: menos pantallas, es mejor”, advierte en entrevista.
En el primer caso, la bebé cuya dependencia al celular se volvió alarmante, fue necesario aplicar una desensibilización sistemática.
“Su papá me dijo: mi niña de 6 meses no come si no le pongo el celular, no duerme si no le pongo el celular y cuando empieza a llorar no se calma si no le pongo el celular”, relata la consultora en tecnología, niñez y prevención de violencias.
Los padres, sin advertir el riesgo, habían comenzado a ofrecerle el teléfono desde muy pequeña porque “le gustaba el celular y el contenido que le poníamos era de muñequitos”, hasta que notaron que la niña no podía estar tranquila sin el dispositivo.
Para revertir esta situación, explica Quintero, el proceso consistió en reducir gradualmente los estímulos del dispositivo: “lo primero que tuvimos que hacer fue quitarle el color a la pantalla, y luego bajarle progresivamente el sonido”.
Después de un mes de trabajo, la bebé logró desengancharse de las pantallas, aunque su familia tuvo que mantener una restricción estricta, ya que cada vez que entra en contacto con una pantalla, tiende a pasar mucho tiempo con ella. Hoy, la niña tiene 6 años y su manejo con la tecnología sigue siendo progresivo y vigilado.
El segundo ejemplo relatado por la especialista ocurrió con un niño de 5 años, “que amaba profundamente a los dinosaurios” y pasaba largas horas viendo videos sobre ellos. Su fascinación derivó en una conducta preocupante. “Se ponía bravo y rugía, cuando peleaba o discutía con los compañeritos quería rasguñarlos”, relata la psicóloga por la Universidad de los Andes, de Colombia.
Tras una evaluación externa, se descubrió que el menor pasaba alrededor de 6 horas diarias frente a una pantalla. “La intervención fue quitarle el celular, y a la semana ya comenzaba a tener un comportamiento diferente”, cuenta la experta, destacando que el cambio fue posible gracias a un acompañamiento interdisciplinario.
Las historias reflejan un fenómeno cada vez más extendido: el contacto prematuro y excesivo de niñas y niños menores de 6 años con dispositivos digitales.
“Algunos impactos que estamos teniendo y a mí me cimbró mucho esto es lo que los niños dejan de hacer por estar viendo las pantallas: tienen reducción de actividad física, por ejemplo dejan de salir al aire libre, jugar, los estudios nos dicen que más de una hora en la tablet incrementa el riesgo de obesidad entre un 41 y un 42 por ciento; el niño está más sedentario y surgen estos grandes problemas”, precisa Adriana Gidi, directora asociada del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey y Fundación FEMSA
Además, la especialista suma el impacto en el sueño: afecta a qué hora se duermen los niños, el tiempo de sueño –tan importante en estas edades– y la calidad del sueño, ya que duermen intranquilos, y todo esto desequilibra su desarrollo.
Aunque muchos padres lo ven como una herramienta inofensiva para entretener, las expertas advierten que la exposición en la primera infancia a celulares y tablets impacta el desarrollo cerebral, la socialización y la salud física de los menores.
En los primeros años de vida, explica Quintero, se construye la base del cerebro que acompañará a la persona el resto de su vida. “Cuando dejamos que un niño interactúe más con pantallas que con el mundo real, afectamos ese andamiaje”, indica.
La primera afectación es a las funciones ejecutivas, agrega, es decir a las relacionadas con los procesos de pensamiento superior: la orientación de la motivación, el enfoque atencional, el análisis crítico de la información, la autorregulación y el control.
“Interactuar con el mundo real es el mejor escenario de aprendizaje que pueden tener. Cuando nosotros los exponemos a pantallas pensando que podrían aprender cosas, esto juega más en contra del aprendizaje que a favor.
“¿Por qué? porque se ha encontrado desde la evidencia científica que se retrasa la aparición del lenguaje, son niños que van a tardar más en hablar, esto significa que también empiezan a socializar más tarde y retrasar ese proceso de desarrollo de las habilidades socioemocionales, estas habilidades que tenemos para interactuar con otros seres humanos y para regular nuestras propias emociones en relación con nosotros mismo y con los demás”, detalla la especialista colombiana.
Gidi por su parte enfatiza la importancia de la calidad de los contenidos a los que tienen acceso los niños y el acompañamiento de los padres.
“El que tú estés con él mientras el niño esté con la pantalla jugando, y que puedas actuar sobre lo que está viendo y sintiendo y aprendiendo yo creo que hace toda la diferencia”, advierte la directora asociada del Centro de Primera Infancia.
Las expertas reconocen que bajo ciertas circunstancias, a partir de los 5 años puede comenzar a usarse los dispositivos digitales.
“Ya hay estudios que nos dicen que a partir de los 5 años los niños pueden comenzar a aprender la lógica de la programación computacional, sin embargo eso es algo que vamos a lograr de una mejora manera si en los primeros 5 años nosotros les dimos la oportunidad de tener por ejemplo juegos de construcción, tipo Lego, armar rompecabezas, crear cosas nuevas con materiales reciclables, eso es tiempo de construcción”, advierte Quintero.
¿Qué pueden hacer padres y maestros?
Las especialista entrevistada recomiendan a los padres y maestros, sobre el uso de dispositivos electrónicos en la primera infancia, la supervisión de niñas y niños, generar alianzas entre las familias y las escuelas, poner el ejemplo en casa y formar a los docentes para guiar y prevenir en este tema.
“Lo recomendable es que la aproximación que tengan los niños no se haga con pantallas pequeñas como las de un celular, ya que, entre más grande la pantalla, mejor. Es preferible que los niños trabajen en una computadora o una tablet, y esto es básicamente porque eso facilita la supervisión y el monitoreo”, indica Viviana Quintero.
Otro punto clave es que estas pantallas no estén conectadas a internet.
“Como el internet es un espacio abierto, podrían estar expuestos a riesgos de diferente tipo, y el que más resalta en los primeros años es la exposición a contenidos inapropiados para su edad”, indica Quintero.
Y si en un momento queremos compartirles una información a los niños, ésta debe ser curada, con contenido de calidad, y según el nivel educativo de los niños.
Una estrategia importante es generar alianzas entre las familias y las autoridades educativas.
“Cuando nosotros logramos poner a las familias con el mismo propósito pedagógico de la escuela vamos a lograr un mejor escenario de protección”, comenta.
Otro tema clave es la formación de los docentes, que debería ir en dos sentidos: cómo hacer un uso educativo de la tecnología de manera que un maestro pueda hacer una mejor curaduría de contenidos y la segunda es que los profesores puedan reconocer e identificar señales de riesgo digital.
En tanto, Gidi enfatiza la importancia sobre la autorregulación de los padres.
“También tenemos que aprender cómo retirar los aparatos. No vamos a jugar con la tecnología, pero entonces ¿qué vamos a hacer, a qué vamos a jugar, qué vamos a inventar, en qué ambiente o en qué entorno te puedo acercar, acompañar, para que no nada más estés usando la tablet?, y no sólo decirle: deja esa pantalla. No se puede dejar solo a los niños, sin darles opciones”, concluye.
Las recomendaciones
1.- Evitar exponer a niños menores de 5 años, lo más posible, a pantallas.
2.- Favorecer el juego libre, actividades físicas y al aire libre.
3.- Fomentar la interacción con el mundo real mediante juegos, conversación y lectura.
4.- Acompañar al niño mientras usa el dispositivo y elegir contenidos adecuados a su edad.
5.- A partir de los 5 años, introducir tecnología con fines educativos y bajo supervisión.
6.- Preferir pantallas grandes (tablet o computadora) y evitar conexión a internet sin control parental.
7.- Establecer alianzas entre familia y escuela con objetivos pedagógicos comunes.
8.- Capacitar a docentes en curaduría de contenidos y detección de riesgos digitales.