El estudio publicado en la revista Nature señala que los investigadores examinaron las respuestas del azúcar en sangre y otros indicadores en 1,070 voluntarios de Reino Unido y Estados Unidos durante dos semanas.

Los participantes comieron desayunos estandarizados y eligieron libremente qué alimentos consumir el resto del día.

Los desayunos consistían de magdalenas que contenían la misma cantidad de calorías pero variaban en su composición en términos de carbohidratos, proteínas, grasas y fibra.

Los voluntarios también realizaron en ayunas pruebas rápidas de respuesta del azúcar en sangre para medir cómo procesaba su organismo esta sustancia.

Durante la investigación, los participantes usaron monitores de glucosa en sangre y dispositivos portátiles para controlar su actividad y sueño, así como registraron sus niveles de hambre y qué comidas consumían y a qué hora del día.

Los científicos descubrieron que las disminuciones en los niveles de glucosa en sangre, conocidos como “caídas de azúcar”, se relacionaban significativamente con los niveles de apetito y el consumo de calorías.

Los participantes con grandes caídas de azúcar en sangre experimentaron un aumento del 9% en su apetito, consumían su segunda comida del día media hora antes y registraron un consumo promedio diario de 300 calorías más que aquellos que no experimentaban esas caídas.