Todos necesitamos conocernos, entendernos y prestarnos atención para que nuestro funcionamiento psicológico y social sea adecuado. Cuando estamos desconectados de nosotros mismos y de nuestros procesos internos, podemos sentir gran malestar, falta de control y dificultades para relacionarnos. Este es precisamente el núcleo de la terapia basada en la mentalización, una propuesta tan interesante como prometedora.

Este enfoque terapéutico nos ayuda a comprender lo que pensamos, sentimos o deseamos y cómo esto se relaciona con nuestras conductas. En otras palabras, nos permite entender por qué actuamos como lo hacemos con base en nuestros procesos internos, así como inferir estas respuestas en cuanto a los demás. Pero ¿en qué consiste exactamente? ¡Te lo contamos!

¿Qué es la mentalización?

Para entender en qué consiste esta terapia, primero es necesario abordar el concepto de «mentalización». Este puede tomarse como sinónimo de «función reflexiva» y hace referencia a la capacidad humana para percibir e interpretar las conductas como relacionadas con ciertos procesos internos.

Es decir, es la habilidad para entender que los estados mentales (pensamientos, emociones, sensaciones) influyen en el comportamiento. Esto, por un lado, nos permite comprendernos en profundidad, desgranando nuestros procesos mentales y sintiéndonos agentes activos y dueños de nuestros pensamientos y conductas. Por otro lado, facilita las relaciones con los demás, ya que nos permite tomar conciencia de lo que está sucediendo en su mente y cómo esto influye en sus reacciones.

Ahora bien, esta no es una habilidad innata; esto significa que no nacemos con ella. Por el contrario, se desarrolla a través de la socialización y gracias a una adecuada relación con los cuidadores primarios. Si el vínculo de apego que se establece es inseguro, es probable que se produzca una falla en la mentalización.

Esto sucede debido a que los adultos no supieron validar las emociones del niño, no supieron espejarlas ni ayudarle a gestionarlas. Para adquirir una buena capacidad de mentalización, necesitamos aprender a reflexionar sobre nuestros procesos internos, ponerle nombre a las emociones y saber regularlas, y todo este proceso de aprendizaje a veces se ve truncado.

¿Cuándo se aplica la terapia basada en la mentalización?

La terapia basada en la mentalización fue ideada por los psicólogos Peter Fonagy y Anthony Bateman en la década de los 90. Inicialmente, fue creada para el abordaje del trastorno límite de la personalidad (TLP), aludiendo a la idea de que una falla en la capacidad de mentalización era clave en los síntomas de los pacientes.

El trastorno límite de la personalidad se caracteriza por impulsividad, inestabilidad emocional y dificultades en las relaciones sociales. Se postula que, en estas personas, y en determinadas situaciones muy intensas a nivel emocional, se produce una hiperactivación del sistema de apego que suprime parcialmente la mentalización. Esto les impide comprender bien lo que está pasando en su mente y tener control al respecto.

Ahora bien, pese a que el trastorno límite de la personalidad es una de las condiciones en las que más efectiva se ha mostrado esta terapia, lo cierto es que también es muy adecuada para abordar otros trastornos psicológicos como la ansiedad, la depresión u otros trastornos de personalidad.

Claves del trabajo con la terapia basada en la mentalización

La terapia basada en la mentalización persigue unos objetos concretos, entre los que se encuentran los siguientes:

Fomentar la capacidad de mentalización o la función reflexiva.
Entrenar en habilidades de regulación emocional y control de impulsos.
Mejorar las habilidades sociales y la capacidad para interpretar y comprender a los otros.
Estimular una relación de apego significativa entre paciente y terapeuta que permita trabajar y propicie una buena adhesión al tratamiento.
En suma, se busca ayudar a la persona a incrementar su conciencia sobre sus propios pensamientos y emociones, animándola a explorar su mundo interno y a identificarlos en diversidad de situaciones.
Para alcanzar estos objetivos, la terapia basada en la mentalización se organiza alrededor de tres fases diferenciadas; además, combina la intervención individual con las sesiones grupales.

Una primera fase está destinada a lograr que el paciente se involucre en el tratamiento, así como a evaluar y formular su caso en particular. En un segundo momento, se llevan a cabo las sesiones en formato tanto individual como grupal y se trabaja la capacidad de mentalización. Por último, en la fase final se prepara al paciente para finalizar el tratamiento, trabajando la sensación de pérdida y el mantenimiento de los logros.

Busca un terapeuta cualificado para llevar a cabo esta terapia
Cabe mencionar que, en este tipo de intervenciones, el papel del terapeuta es crucial para obtener éxito. Tiene que ser capaz de crear una sólida alianza terapéutica, pero, ante todo, ha de ser un ejemplo de cómo ejercer esa capacidad de mentalización.

Esto es, ha de animar e incentivar la exploración, por parte del paciente, de su propio mundo interno y de emociones y pensamientos que pueden llegar a ser dolorosos. Además, ha de saber validarlos y acercarse con una actitud de humildad, sin suponer que el contenido mental de la persona es totalmente accesible para él.

En suma, la terapia basada en la mentalización es una alternativa terapéutica de probada eficacia que puede ofrecer grandes resultados en diferentes condiciones psicológicas. Sin embargo, es importante ponerse en manos de profesionales cualificados.