Si hablamos de psicología educativa y de desarrollo, probablemente la teoría del apego sea una de las más conocidas. Y es que gracias a ella hemos obtenido un mejor entendimiento de la importancia del vínculo entre padres e hijos. Aunque no solo eso, sino que también hemos podido comprender cómo este resulta determinante en la formación de la personalidad.

El estilo de apego influye en la autoestima infantil y en la capacidad del niño para confiar en otros y para explorar el entorno. Este vínculo modula la forma en que un infante se percibe a sí mismo, la habilidad que tiene para relacionarse y la calidad de su salud emocional. Por ello, si tienes hijos, es importante que conozcas esta teoría.

¿Qué es el apego?

El apego es el vínculo afectivo, intenso y duradero que se genera entre el bebé y sus cuidadores principales. Un infante puede apegarse a varias personas, pero se considera que es la relación con los progenitores la que tiene una mayor relevancia.

El objetivo de este apego es aumentar las probabilidades de supervivencia del bebé. Un recién nacido es completamente dependiente del cuidador, no solo para garantizar su integridad física, sino también para su correcto desarrollo emocional.

A fin de que se genere este apego, el bebé emite una serie de conductas (como el llanto, el balbuceo o la sonrisa social) que llaman la atención de la madre y propician esa cercanía física y esa conexión emocional. Al mismo tiempo, en la mujer surgen las llamadas “conductas maternales”, que son reacciones mediadas por la oxitocina, que le llevan a prestar atención a las necesidades del bebé y a ocuparse de ellas.

El fin último es que la madre esté presente y disponible para el bebé y sea sensible y receptiva a sus demandas. Que sea capaz de responder de manera adecuada y ayudar al infante a regularse emocionalmente. Así, día a día y con cada interacción, el niño va generando una visión de sí mismo y de los demás que determinará su personalidad futura.

Orígenes de la teoría del apego

Todo este conocimiento es el resultado de investigaciones con décadas de recorrido. Podemos situar los orígenes de la teoría del apego en el trabajo del psicólogo inglés John Bowlby, quien postuló varias ideas al respecto:

El infante tiene una necesidad innata de apego con una figura principal. Esta idea, conocida como monotropía, indica que ha de existir un vínculo primario (más importante y cualitativamente diferente al resto) que se crea, en general, con la madre.

Existe un periodo crítico para la formación del vínculo de apego. Si durante los primeros años de vida, el bebé se ve privado de ese vínculo materno (o este se interrumpe), las consecuencias serán casi irreversibles.

El apego promueve la cercanía entre madre y bebé y hace que este último experimente una elevada angustia ante la separación.

Esta relación con la madre (o cuidador principal) forja un modelo mental con el que el niño se regirá a partir de ese momento. Es decir, que esta relación resulta determinante en la visión que el niño desarrollará de sí mismo, de los demás y del mundo e influirá en su salud psicológica y emocional a largo plazo.

Mary Ainsworth y sus contribuciones a la teoría del apego

Una segunda figura de gran relevancia dentro de la teoría del apego es Mary Ainsworth. Esta psicoanalista estadounidense diseñó un protocolo para evaluar e identificar los tipos de apego. Así, ideó el afamado experimento conocido como “la situación extraña”, en el que varias diadas madre-bebé eran observadas en cuanto a sus intercambios y reacciones.

La idea era analizar cómo se comportaban los bebés al estar en presencia de sus madres en una situación desconocida, cómo reaccionaban cuando esta se iba y qué hacían a su regreso. Los hallazgos permitieron identificar tres estilos diferentes de apego que pueden generarse.

1. Apego seguro

Es el vínculo ideal, que tiene lugar cuando la madre es sensible y receptiva a las necesidades y emociones del bebé y responde prontamente y con consistencia. Esto genera en el niño una sensación de seguridad que le permite aventurarse a explorar el entorno y regular sus emociones, gracias a la proximidad con la madre.

Los infantes con apego seguro se convierten en personas que confían en sí mismas y en los demás, que saben relacionarse desde la interdependencia. Es decir, saben poner límites, pero no le temen a la intimidad emocional.

2. Apego ambivalente

Este estilo se genera cuando la madre es inconsistente en sus reacciones. En general, no está disponible emocionalmente para el bebé y, si bien en ocasiones se muestra atenta y afectuosa, en otras actúa de forma hostil o indiferente. Esto genera en el niño una sensación de incertidumbre ante una realidad impredecible, que le lleva a tener serias dificultades para confiar.

En el futuro, estos niños se convierten en personas muy inseguras, ansiosas y dependientes. Personas que nunca estarán tranquilas en sus vínculos y necesitarán reasegurarse siempre de que el otro los ama.

3. Apego evitativo

En este tercer caso, la madre ignora los llamados del niño o se muestra indiferente. No se satisfacen las necesidades emocionales del infante y, por el contrario, se rechazan o minimizan. Así, el niño opta por desconectarse emocionalmente, pues entiende que de nada sirve expresarse si no va a obtener consuelo ni respuesta.

Como adultos, estas personas adoptan una actitud de extrema independencia y temen mostrarse vulnerables o abrirse a otros. Se muestran seguros y autosuficientes, pero en el fondo, sus emociones les asustan.

La teoría del apego nos ayuda a entender cómo se construye nuestro mundo interno

En definitiva, la teoría del apego es la respuesta a cómo se moldea el mundo interno y emocional de los niños. Es en la relación con la madre (o cuidador principal) que el pequeño desarrolla una idea de sí mismo, aprende qué esperar de los otros y forja actitudes y tendencias interpretativas que lo acompañarán de por vida.

El vínculo de apego primario es el modelo que siguen el resto de las relaciones en la vida. Por ello es tan importante que sea de calidad.

Si un infante crece con un apego seguro, en el futuro podrá disfrutar de relaciones sanas, equilibradas y satisfactorias, tendrá el impulso necesario para alcanzar sus metas y tomar decisiones. En suma, estará más cerca del éxito, la felicidad y la salud emocional.