La neumonía en niños es una enfermedad frecuente que se presenta, sobre todo, en los menores de 5 años. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, este mal es el responsable del 15 % de las muertes infantiles. Así mismo, se estima que el 14 % de los niños que la padecen deben ser hospitalizados.

La mejor manera de evitar la enfermedad es con la prevención. Se ha determinado que la vacunación contra la H. Influenzae tipo B disminuye de manera significativa la neumonía en niños. Asimismo, la vacuna contra S. Pneumoniae ha probado ser efectiva en los casos más graves o de peor evolución.

Otras medidas importantes para prevenir la neumonía en niños es alimentarlos con leche materna, evitar la exposición a humo de tabaco, mantener ventilada la casa, llevar a cabo el lavado de manos frecuente y retrasar la entrada a la guardería si el pequeño muestra antecedentes de enfermedad respiratoria.

¿Qué es la neumonía?

En términos generales, la neumonía se define como una infección de los pulmones. Esta se produce en la parte profunda de dichos órganos, por lo que también se le conoce como infección del tracto respiratorio inferior. La mayoría de los casos son producidos por virus, aunque también las bacterias y otros patógenos pueden originarla.

Lo más habitual es que la neumonía en niños aparezca después de un resfriado. Los pulmones tienen unos sacos de aire, que reciben el nombre de alvéolos. Cuando se produce la infección, esos sacos se llenan de pus o de otros líquidos, y esto impide que el oxígeno llegue al torrente sanguíneo.

Hay varios tipos de neumonía, dentro de los cuales se destacan los siguientes:

Neumonía viral. La que es provocada por un virus; por lo general, sincitial respiratorio, influenza, parainfluenza o adenovirus. Es la forma más común de la enfermedad y predispone al niño a sufrir neumonía bacteriana.

Neumonía bacteriana. Provocada por una bacteria que, por lo general, es la Streptococcus pneumoniae. Otras bacterias que la generan son el estreptococo del grupo A o B y la Staphylococcus aureus.

Neumonía por micoplasma. Es la causada por la bacteria Mycoplasma pneumoniae. También se le conoce como neumonía atípica, ya que es leve y más frecuente en niños mayores de 5 años.

Síntomas de neumonía en niños

Los síntomas de neumonía en niños pueden variar en cada caso, en función de la severidad de la infección, así como de la edad y de la condición de salud en general. El signo más común es la respiración rápida, que aparece en casi todos los casos.

Otros síntomas habituales son los siguientes:

Fiebre alta y escalofríos.

Tos.

Respiración con sonidos similares a un silbido o quejido.

Dificultad para respirar. Esto puede incluir ensanchamiento de las fosas nasales, movimiento de los músculos en la zona de las costillas y respiración por el abdomen.

Congestión nasal y dolor de pecho.

Dolor abdominal. Este surge del esfuerzo que hace el niño al toser y de la dificultad para respirar.

Vómito. Se debe a la tos o a que el niño puede tragar mucosidad.

Falta de apetito.

Color azulado en los labios y en las uñas de las manos. Solo aparece en los casos extremos.

Por lo general, los síntomas de la neumonía viral evolucionan más lento que los de la bacteriana. Si la enfermedad está en la zona más baja de los pulmones, podría haber fiebre, dolor abdominal y vómitos, sin síntomas respiratorios.

Causas y diagnóstico

Como ya se anotó, a menudo, la neumonía en niños se produce por virus, pero también puede originarse por bacterias u otros patógenos como hongos y parásitos. Lo más habitual es que todo comience con un resfriado común, es decir, con una infección en el tracto respiratorio superior.

Con frecuencia, los patógenos presentes en la nariz o la garganta se inhalan y van a parar a la zona más profunda de los pulmones, dando lugar a la neumonía.

También es posible que se adquiera por contagio con una persona que ya está enferma; la tos o el estornudo de esa persona genera gotículas que llevan el virus, y si el niño entra en contacto con las mismas puede desarrollar la enfermedad.

La neumonía en niños también puede propagarse por la sangre y esto ocurre, en especial, durante el parto o en los momentos posteriores a este. Es relativamente normal que un niño tenga esta enfermedad durante la infancia y solo hay razones para preocuparse si la misma se repite con frecuencia.