La rodilla inflamada es una dolencia relativamente frecuente. Esta articulación está conformada por diversas estructuras que se integran de manera compleja para brindar tanto movilidad como estabilidad al cuerpo. Además, se encarga de distribuir el peso, por lo que está sometida a una presión continua.

Ahora bien, debido a la carga que soporta, requiere de gran amortiguación y reforzamiento. Para ello, dispone de meniscos, ligamentos y bolsas sinoviales que le proporcionan una estabilidad idónea para que los movimientos sean controlados. ¿Por qué puede presentar inflamación? A continuación, sus principales causas.

Esguince: una lesión ligamentaria

Los traumatismos son una de las principales causas del dolor asociado a la presencia de una rodilla inflamada. La magnitud del evento y el mecanismo con el que se produce resultan vitales para establecer un diagnóstico presuntivo.

Sin embargo, son necesarias tanto la exploración física como la realización de pruebas complementarias para dictaminar la gravedad y la certeza del mismo. Dentro de estas últimas, las más utilizadas incluyen las siguientes opciones:

Radiografía simple.
Resonancia magnética.
Artroscopia.

En el esguince ocurre un desgarro de las fibras que conforman los ligamentos. Se produce por un traumatismo indirecto y conlleva a la aparición de dolor, inflamación y calor en la zona de la lesión.

A su vez, es habitual la presencia de hematomas. Y cuando el edema es importante, es posible que también exista derrame articular. Según el grado de afectación, el tratamiento varía; puede ir desde el reposo con aplicación de frío local hasta las intervenciones quirúrgicas.

Lesión meniscal

Los meniscos son estructuras similares a almohadillas, las cuales son indispensables para amortiguar y estabilizar los movimientos de la rodilla. La lesión meniscal suele ocurrir por un traumatismo repetitivo, por lo que es frecuente en deportistas.

Debido a esto, es indispensable contar con un entrenamiento adecuado que permita prevenir la lesión. Del mismo modo, es posible observar la patología del menisco en el adulto mayor por el desgaste de esta estructura.

Por lo general, los síntomas incluyen dolor asociado a la presencia de la rodilla inflamada con diverso grado de disminución de la movilidad. A esto último se le conoce como «bloqueo articular». El tratamiento conservador con rehabilitación física está indicado en los casos leves.

En cambio, la cirugía debe individualizarse tomando en cuenta la gravedad de la lesión y la edad del paciente. La primera elección es la reparación por artroscopia.

Rodilla inflamada por patología degenerativa

La rodilla es la articulación más afectada por la osteoartritis, enfermedad conocida también como «artrosis». Se trata de una dolencia común en pacientes mayores de 65 años. Hasta hace poco era consideraba una entidad con un componente degenerativo exclusivo.

Sin embargo, investigaciones más recientes han llevado a modificar este concepto, aceptándose en la actualidad que también existe un elemento inflamatorio en su origen.

Los síntomas incluyen la presencia de una rodilla inflamada asociada a un dolor articular crónico, que tiene como característica distintiva que es más intenso al iniciar los movimientos.

Se han descrito algunos factores que aumentan las probabilidades de desarrollar artrosis de la rodilla. Algunos de estos se pueden modificar para disminuir los riesgos. Sus principales causas asociadas son las siguientes:

Edad.
Sexo femenino.
Sobrepeso y obesidad.
Síndrome metabólico.
Lesiones articulares previas.

Aunque no existe un tratamiento médico que sea capaz de detener el avance de la osteoartritis, sí existen recomendaciones que mejoran los síntomas y la funcionalidad articular.

Entre ellas se encuentran el control del peso corporal y la realización de ejercicios aeróbicos de bajo impacto en el agua. En cuanto a los fármacos y a las terapias intraarticulares disponibles, se aconseja precaución en su uso, solo bajo monitoreo cercano por un especialista.

Tendinitis y bursitis: un síndrome que causa rodilla inflamada

Con el nombre de «tendón de la pata de ganso» se conoce a una estructura formada por las fibras tendinosas de tres músculos; el semitendinoso, el gracilis y el sartorio, que se insertan en la tibia. Estos músculos están involucrados en los movimientos de flexión y rotación interna de la rodilla.

Para ello, cuentan con una bolsa sinovial (bursa) que los protege de la fricción. La inflamación tendinosa se conoce como tendinitis, mientras que la de la bolsa se denomina bursitis.

No obstante, como por lo general el proceso inflamatorio compromete a ambas estructuras, el conjunto es llamado síndrome de «tendinobursitis anserina». Esta condición ocurre por el sobreuso de la articulación.

Afecta con más frecuencia a mujeres con sobrepeso o con alteraciones en la anatomía de las rodillas, al igual que a deportistas que corren en terrenos irregulares. Los analgésicos y la fisioterapia suelen ser utilizados para su manejo.

Artritis séptica

La infección articular es una causa de rodilla inflamada cuyo manejo debe ser urgente. Por ello, ha de ser el primer diagnóstico para descartar, en especial si está acompañada de fiebre y antecedentes de lesión cutánea o intervención articular, ya que estas pueden servir de puerta de entrada para los microorganismos.

Para establecer el diagnóstico definitivo se debe recurrir al estudio microbiológico del líquido sinovial, obtenido mediante una punción articular. Del mismo modo, es necesario realizar estudios imagenológicos que permitan visualizar el grado de afectación.

El tratamiento requiere el lavado profuso de la articulación y la instauración inmediata de antibióticos por vía endovenosa. El fármaco elegido dependerá de la sospecha etiológica, es decir, del posible microorganismo involucrado en la infección.

Gota tofácea: rodilla inflamada y dolorosa

La crisis gotosa es otra de las causas de inflamación y dolor que aparecen de forma súbita, pero reiterada con el transcurso del tiempo. El derrame articular responsable del aumento de volumen contiene microcristales de urato.

Estos se forman secundarios a la existencia crónica de hiperuricemia (valores elevados de ácido úrico). La detección de cristales se realiza con una muestra del líquido sinovial. A menudo, afecta a hombres mayores de 40 años de edad.

Quiste de Baker

Una causa poco frecuente de la rodilla inflamada es el quiste de Baker. La forma en la que se presenta es como una inflamación en la fosa poplítea (hueco detrás de la rodilla), lo que resulta doloroso y dificulta los movimientos de la articulación.

Por lo general, se encuentra asociado a enfermedades que afectan la producción del líquido sinovial, como la artritis reumatoide y el lupus eritematoso sistémico.

Procesos tumorales de la rodilla

La patología tumoral puede estar detrás del aumento de volumen a nivel de la rodilla. Con frecuencia, el paciente acude por un dolor asociado a la aparición de una masa, aunque puede ser un hallazgo casual.

Es importante realizar una historia clínica completa y examinar de forma minuciosa al paciente y a la articulación en cuestión. Se debe tomar en consideración la edad, puesto que las tumoraciones muestran una prevalencia distinta según el grupo etario en el que aparecen.

Por otro lado, la radiografía simple constituye un estudio complementario obligado para la evaluación de la lesión, ya que las características que muestra la imagen permiten diferenciar si es un tumor primario o uno metastásico.

Del mismo modo, los hallazgos radiológicos pueden guiar ante la presencia de una lesión benigna o maligna. Sin embargo, la biopsia es la que emite el diagnóstico histológico definitivo y, por tanto, el tratamiento requerido.

¿Qué hay que recordar?

La rodilla inflamada puede ser la señal de diversas patologías o lesiones articulares. En la mayoría de los casos obedece a causas benignas que mejoran con un tratamiento conservador. Sin embargo, siempre es conveniente acudir al médico para descartar lesiones de mayor cuidado.