En el día a día existen numerosas situaciones que pueden desencadenar en nosotros emociones como la ira. En esos momentos, cuando sentimos una imperiosa necesidad de defendernos, las lágrimas comienzan a brotar sin control colocándonos en una posición vulnerable y desventajosa. ¿Te ha ocurrido alguna vez? Si es así, te contamos por qué a veces lloramos cuando sentimos rabia.

Nada nos provoca una impotencia mayor que vernos incapaces de argumentar por los llantos y los sollozos que escapan a nuestro control. Esta reacción, aunque natural, nos hace sentir débiles y desprotegidos ante el que en ese momento percibimos como enemigo.

¿Por qué lloramos cuando lo que realmente desearíamos es gritar, exigir respeto o hacernos valer? La realidad es que la gestión emocional no siempre es tan sencilla como nos gustaría.

¿Por qué podemos sentir ganas de llorar durante la rabia?

Ante todo, es importante comprender que muchos de nosotros lloramos cuando sentimos rabia; y, si esto sucede, no significa que estemos fuera de control, que seamos débiles o tengamos algún problema.

Lo cierto es que es totalmente posible experimentar varias emociones al mismo tiempo; así, aunque sintamos rabia, la pena o la tristeza también pueden estar presentes. Esto da lugar a una expresión emocional unificada que se manifiesta en forma de lágrimas de ira.

Por ejemplo, puede que el comentario que ha realizado nuestra pareja nos indigne y nos ponga furiosos; pero es probable que al mismo tiempo nos entristezca escuchar palabras tan duras de alguien con quien mantienes un vínculo afectivo. Sentirnos humillados, heridos o rechazados puede generarnos un gran dolor emocional.

No obstante, también es cierto que la socialización juega un papel fundamental en el modo en que expresamos nuestras emociones. Así, es más probable que las mujeres lloren cuando sienten rabia, en comparación con los hombres.

Esto se debe a que, generalmente, al sexo masculino se le restringe la posibilidad de manifestar este tipo de emociones. A nivel social y cultural está mejor visto que los hombres expresen rabia, alcen la voz o golpeen objetos, y que las mujeres se muestren sumisas, sensibles y vulnerables. Así, las niñas pueden aprender a desplazar sus emociones y manifestar tristeza cuando lo que sienten es furia.

Por otro lado, el llanto excesivamente frecuente e incontrolado puede ser indicativo de un problema emocional más profundo. Por ejemplo, puede ser una manifestación de un trastorno de ansiedad latente, de un posible episodio depresivo o de un dolor emocional pasado que ha quedado encerrado y se activa en determinadas situaciones similares.

¿Llorar puede tener beneficios?

No nos equivoquemos: llorar es una función fisiológica natural, necesaria y que aporta múltiples beneficios. Por ejemplo, al llorar liberamos oxitocina y opioides endógenos, sustancias que ayudan a reducir nuestra frecuencia cardiaca e inducir estados de calma.

De este modo, el llanto nos ayuda a reducir el estrés, liberar la tensión psicológica e, incluso, a eliminar toxinas a través de las lágrimas. Sin embargo, llorar no siempre nos beneficia.

Cuando el llanto se excede durante un tiempo prolongado y se acompaña de pensamientos rumiativos, el malestar emocional puede incrementarse y la persona termina más angustiada y congestionada que al inicio.

Además, existen determinadas circunstancias en las que llorar no es la opción más adecuada; por ejemplo, en una reunión de trabajo. Así, pese a que se trata de una valiosa herramienta de gestión emocional, es importante que logremos hacer un uso positivo de la misma.

Otros efectos corporales de sentir rabia

Aunque muchas personas tratan de racionalizar sus emociones, estas están estrechamente ligadas con las manifestaciones corporales. Las emociones se sienten en el cuerpo y se expresan a través de él. Así, aunque muchas veces lloramos cuando sentimos rabia, existen otros efectos de esta emoción en el organismo. Por ejemplo:

Se liberan grandes cantidades de cortisol y adrenalina. Sentimos el estrés y nos ponemos en guardia para hacer frente a un posible peligro.
La presión arterial y la frecuencia cardiaca aumentan
Puede experimentarse una opresión en el pecho, dificultades para respirar, hablar o tragar
El calor corporal aumenta y la persona puede sonrojarse
Aparece la tensión muscular
El campo de visión puede reducirse
Consejos para controlar la rabia en el día a día

La rabia es una emoción humana. Sin embargo, si no sabemos gestionarla adecuadamente, puede acarrearnos problemas personales, sociales, laborales y de otra índole. Por eso, proponemos algunas pautas para afrontar esta emoción:

Aprender técnicas de respiración es un excelente método de gestión emocional. Al respirar de forma profunda y con una cadencia determinada, logramos reducir el nivel de activación tanto físico como mental. De este modo, logramos calmarnos y volver a ser dueño de nuestros actos.

Entrenar la comunicación asertiva también resulta fundamental. Si logramos exponer nuestras opiniones, peticiones y necesidades de un modo adecuado, evitaremos conflictos y situaciones dolorosas.

Expresarnos de un modo apropiado. Es importante que dejemos salir las emociones y que ventilemos nuestro interior. Para ello, podemos compartir cómo nos sentimos con una persona cercana u optar por la escritura terapéutica.

¿Por qué lloramos cuando sentimos rabia?

La rabia es una emoción tan natural y necesaria como todas las demás. Nos alerta de que se están vulnerando nuestros derechos o se está poniendo en peligro nuestra integridad física o psicológica.

Además, nos moviliza a defendernos y resolver el problema presente. No obstante, si lloramos cuando sentimos rabia, es posible que no logremos este cometido; o al menos no si lo hacemos en momentos y lugares poco apropiados.

Sin embargo, llorar, derrumbarnos o gritar son acciones que pueden resultar muy liberadoras y a las que tenemos derecho. Por lo mismo, procuremos encontrar las circunstancias apropiadas: por ejemplo, en privado o en compañía de alguien de confianza.

Si cuando surge el conflicto sentimos que las emociones nos desbordan, lo mejor es abandonar el lugar, calmarnos y, luego, retomar la conversación. De este modo, nos sentiremos mucho más preparados para resolver la situación con éxito.