“No he cambiado. Ha llegado un momento en que he decidido dar a cada cual el valor que merece”. Tal vez en algún instante has llegado a una conclusión similar. Con todo, parece que priorizar es una estrategia básica para encontrar el equilibrio y estar en armonía con uno mismo.

Porque el afán por complacer a los demás nos lleva en ocasiones a ‘alimentar’ ciertos vínculos que, lejos de enriquecernos, nos hacen daño. Sin embargo, si optamos por actuar de acuerdo a los propios valores, nos será más sencillo identificar a aquellos que nos aceptan como somos.

Se trata, al fin y al cabo, de hacer lo que sentimos y de obrar de acuerdo al estilo de vida que deseamos llevar: “No he cambiado, pero si ahora te digo que rechazo esa propuesta o ese plan es porque va en contra de los principios que defiendo”.

No he cambiado, soy fiel a los valores en los que creo

Más allá de ‘acumular’ riquezas, bienes o, incluso, amigos, las claves para alcanzar el bienestar discurren por otros derroteros. Hablamos de vivencias más esenciales que enorgullecerse por tener miles de likes en una fotografía en redes sociales.

Nos referimos a la posibilidad de contar con ‘personas que valen la pena’. Esas figuras que nos permiten ser nosotros mismos en cada instante, sin necesidad de contradecirnos o vernos obligados a hacer aquello que no sentimos.

Ahora bien, sabemos que esto a veces nos cuesta, porque queremos agradar, nos dejamos llevar o tenemos miedo al ‘qué dirán’.

No he cambiado, sino que prescindo de la necesidad de ‘gustar a todos’

Quien se obsesiona en gustar y complacer a todos los que le rodean al final se pierde a sí mismo.

Es cierto que el refuerzo externo nos ayuda a vernos reconocidos y apreciados. Los adolescentes buscan ser aceptados por el grupo de iguales para sentirse integrados. Más tarde, como adultos, demandamos lo mismo en otros círculos sociales más o menos íntimos.

No obstante, aunque ser querido por los demás es importante, no lo es menos el hecho de amarse a uno mismo.

Ante la tesitura de tener que aparentar algo que nos somos o no deseamos, quizás nos encontremos con la oportunidad de tomar determinadas decisiones. Acaso esta sea la ocasión de establecer los propios límites y expresar en voz alta aquello que nos define.

No voy a dejar que nadie me cambie: me gusto tal y como soy

Además del componente genético que nutre la personalidad, esta se va forjando a partir de diversas experiencias y la valoración que hacemos de las mismas. Es un trayecto de esfuerzos, renuncias y gratos descubrimientos.

Es un largo camino en el que cada aspecto cuenta. Así, construimos todo un sistema creencias y actitudes con el que nos identificamos y entendemos el mundo.

Si renunciáramos a ese conjunto de valores, dejaríamos de ser nosotros mismos.

Tal vez hayas iniciado una relación de pareja y, en un momento dado, descubres que no te conviene.

Es probable que la otra persona te diga que has cambiado de un día para otro, que lo que antes te gustaba ahora te desagrada…

Pero el comportamiento no se modifica de forma tan radical. Esos comentarios lo que indican es que los demás no se han preocupado por conocernos de verdad.

La valentía de reafirmarse

Los lazos afectivos que mantenemos, así como la convivencia familiar nos obligan a menudo a ceder en diferentes situaciones. Dar el brazo a torcer es necesario en diversas circunstancias y puede servir para ayudar a otros. Sin embargo, este consentimiento no tiene por qué convertirse en una norma constante.

Más bien se trata de que uno haga concesiones como parte de un intercambio en el que todos ganan y nadie pierde.

Ser pareja, madre, hijo, hermano o amiga implica también escuchar y apostar por una adecuada reciprocidad.

No hace falta coincidir en todo. No es preciso compartir las mismas aficiones, gustos o deseos. Lo esencial es tener una misma escala de valores.

Si cambiamos aspectos de la propia personalidad para agradar a los demás, lo que sentiremos es una disonancia interna que solo nos traerá insatisfacción.

¿Te atreverás a conocerte un poco más? ¿Defenderás aquello que eres, las ilusiones que albergas o los sueños que persigues?