En julio de 1945, en medio de Nuevo México, se realizó la primera prueba de una bomba atómica: “Trinity”. En el punto de la explosión todo terminó destrozado, las altas temperaturas de la explosión de la bomba acabaron fusionando todos los materiales dejando el lugar cubierto de una sustancia vidriosa ahora llamada trinitita.
Es hasta recientemente, más de siete décadas después, que los investigadores descubrieron en dicha sustancia algo más: un cuasicristal, el que sería el primero desarrollado por el hombre.
Los causicristales son llamados materiales “imposibles” con estructuras inusuales que no se repiten. La estructura previamente desconocida, hecha de hierro, silicio, cobre y calcio, probablemente se formó a partir de la fusión de arena del desierto vaporizada y cables de cobre.
Sintetizaron materiales similares en el laboratorio e identificados en meteoritos, pero este, descrito en Proceedings of the National Academy of Sciences el 17 de mayo, es el primer ejemplo de un cuasicristal con esta combinación de elementos.
En los cristales, las moléculas y átomos se organizan siguiendo 230 patrones que se repiten de forma periódica, ni uno más y ni uno menos.
Sin embargo, en 1982, el científico israelí Dan Shechtman descubrió algo que debería ser imposible. Mientras investigaba con aleaciones metálicas para su uso aeroespacial, y diseñó, sin pretenderlo, un material que es tan organizado y estable como un cristal, pero su estructura interna, la forma en que sus átomos rellenan el espacio, sigue patrones no periódicos.
Era el primer cuasicristal que se conocía. A Shechtman le costó más de dos décadas convencer a sus colegas. Al final, tuvieron que rehacer la teoría fundamental de la cristalografía y, en 2011, acabaron dándole el premio Nobel de química por descubrir los cuasicristales.
“Las condiciones bajo las que los dos cuasicristales se formaron, probablemente en las colisiones entre asteroides en el espacio en los inicios del sistema solar, son comparables a aquellas producidas durante las explosiones atómicas”, dijo Luca Bindi, colega de Shechtman.
Por eso decidió estudiar el material que se formó durante la prueba Trinity. Aquel día de julio de 1945, la bomba creó un cráter de 1.4 metros de profundidad y 80 metros de ancho. La temperatura alcanzada superó los 1,500ºC y la presión osciló entre los 5 y los 8 gigapascales.