Desde el Congreso de Estados Unidos, con el mundo como testigo a través de la viralidad del Internet, el testimonio de tres antiguos militares ha bastado para finalmente convencer a no poca gente de que no estamos solos en el Universo.
Esa provocadora posibilidad que llevara a la hoguera a Giordano Bruno -entre cuyas adelantadas ideas figuraba la de mundos habitados a lo largo del infinito Cosmos-, y que por décadas ha nutrido fantásticos relatos de ciencia ficción, aparentemente fue confirmada por un ex oficial de Inteligencia de la Fuerza Aérea al denunciar que el Gobierno estadounidense oculta evidencia sobre naves y restos biológicos de origen “no humano”.
Mas, ¿cómo toma tales declaraciones alguien cuya labor consiste, de hecho, en, a partir del conocimiento y las herramientas de la ciencia poder detectar la presencia de vida más allá de nuestro planeta? Pues como eso: meras declaraciones.
“La ciencia no puede basarse en declaraciones. Necesitamos cosas que podamos medir, que podamos, de alguna manera, valorar; algo que se pueda poner a prueba por la comunidad científica”, dice en entrevista la astrobióloga Antígona Segura (Tuxtla Gutiérrez, 1971).
La investigadora titular del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM pone como ejemplo el caso del meteorito marciano Allan Hills 84001 (ALH 84001), hallado en la Antártida en 1984 y estudiado por su registro de la historia geológica temprana del Planeta Rojo, sobre el cual investigadores llegaron a afirmar que contenía evidencia microscópica de restos fósiles bacterianos.
Esto por la presencia de carbonatos y de cristales de magnetita, “que es algo que se genera por muchos procesos, pero uno es biológico”, explica Segura.
La evidencia se puso a disposición de la comunidad científica a través de un artículo en una revista arbitrada, e incluso podían solicitarse fragmentos de la roca para realizarle análisis. Andrew Steele, del Instituto Carnegie para la Ciencia con sede en Washington, hizo con su grupo estudios de microscopía electrónica de transmisión y espectrometría de masas de iones secundarios a nanoescala, por ejemplo.
“Todo esto llevó a la conclusión de que había otros procesos que podían generar estos elementos, y que, por lo tanto, (el material orgánico en el meteorito) no era una evidencia de vida en Marte. Es así como funciona la ciencia”, remarca la astrobióloga, para quien la expresión “restos biológicos no humanos” tampoco es indicativo de nada fuera de este mundo.
“Miren, si se van a cualquier playa en la Península de Yucatán, en el Mar Caribe, están parados sobre restos biológicos no humanos. Estas playas blanquísimas son eso: huesos y conchas marinas de seres que vivieron hace miles de años, antes de la humanidad”.
Restos biológicos no humanos, subraya Segura, en realidad son cualquier cosa; de hecho, la mayor parte de los restos biológicos que hay en la Tierra son no humanos, pues la humanidad tan sólo es una especie más entre miles de millones, incluyendo las microscópicas.
“Entonces, esto no nos dice nada”, expresa la científica.
Respecto a dichos como los de los ex aviadores de la Marina estadounidense Ryan Graves y David Fravor -presentes en la audiencia en la Cámara de Representantes sobre Fenómenos Anómalos No Identificados (FANI), el pasado 26 de julio- acerca de objetos que se desplazan a una rapidez que desafía la física, Segura cuestiona: “¿Cómo calculaste la velocidad?”.
“Hacer un cálculo de la velocidad de un objeto que se mueve enfrente de ti en el espacio es muy complicado. Si pudiéramos hacer eso la gente de astronomía, así tan fácil, ¡hombre!, eso hubiera resuelto un montón de problemas”, ríe la astrobióloga.
“Sabemos que, por ejemplo, con el corrimiento al rojo, con el corrimiento al azul, podemos detectar eso. Pero necesitas un espectro”, continúa. “Una cámara de un avión o los ojos no pueden hacer esa detección así nada más; se necesita desdoblar la luz en todos sus colores y luego ver si esta luz está movida para saber a qué velocidad se mueve un objeto. Ésa es una forma”.
La investigadora incluso somete al escrutinio lo que algunos consideran la parte más sólida del asunto, que no es sino el hecho de que tales testimonios se hicieran bajo juramento. Y es que, al menos en el caso de lo dicho por el Mayor retirado David Grusch, en realidad lo refiere todo como información recibida de terceros.
“No puede mentir (bajo juramento), pero no dice que él lo vio. Entonces, si quien le mintió fue alguien más, él no está mintiendo porque a él se lo dijeron. Ésa es una trampa también”, apunta Segura.
Si bien la investigadora del ICN no se atreve a especular sobre a qué responden tan aventuradas declaraciones ante el Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores del Congreso de EU -que ha buscado abordar el tema con seriedad y lejos del estigma del fenómeno OVNI-, coincide en el ánimo anticientificista que se percibe de fondo.
“Ahorita con (Donald) Trump claramente estamos viendo el nivel de negacionismo. O sea, la gente tiene las pruebas de que no hubo un fraude electoral (en las elecciones de 2020), y a pesar de eso hay gente que sigue insistiendo en que lo hubo.
“Ciertamente está demostrado que hay una parte de la población norteamericana que no le interesa la evidencia, que le interesa lo que quiere creer”, prosigue Segura: “Entonces, da lo mismo si es que les hicieron fraude en las elecciones o es que los extraterrestres están aquí. Finalmente, estamos hablando de cómo evalúas evidencia, o si no te importa hacerlo”.
Siguiendo pistas…
De detectarse un segundo ejemplo de vida en el Universo, probablemente no sea a base de comprobar supuestos avistamientos, mensajes cifrados y abducciones, sino por medio de la astrobiología.
Una rama científica tan relativamente joven que, hacia mediados de los 70, el biólogo Antonio Lazcano refería como “exobiología”, como lo plasmó en un capítulo de su libro El origen de la vida, Evolución química y evolución biológica (1977).
“No fue sino hasta la formulación de la teoría de Oparin-Haldane, que explica satisfactoriamente el origen de los seres vivos en la Tierra, cuando los hombres de ciencia contaron con un marco de referencia adecuado que permitió fundamentar científicamente la posibilidad de que en otras partes del Universo se originasen y desarrollaran otras formas de vida”, escribió Lazcano.
Así, refrenda ahora Segura, la pista para hallar vida más allá de nuestro planeta está ni más ni menos que en la comprensión de cómo se originó aquí mismo.
“La cuestión es: la vida surge en la Tierra a partir -tenemos evidencias- de reacciones químicas en donde había cierta materia prima, ciertas fuentes de energía y ciertos contextos geológicos, y a partir de eso surge la vida. ¿Es eso suficiente? ¿Existen otros planetas en donde estas condiciones se puedan dar y que pueda surgir la vida? Y si es así, ¿cómo la vamos a detectar?
“¿Cómo vamos a identificar, primero, planetas potencialmente habitables, y luego planetas habitados?”, agrega la investigadora, que con su grupo en el ICN busca entender qué es lo que hace habitables a planetas alrededor de estrellas menos masivas que el Sol conocidas como enanas rojas.
La formación de planetas y hasta los propios límites de la vida son otras incógnitas necesarias si se quiere hallar vida extraterrestre; “es decir, ¿la vida puede surgir en planetas que sean solamente océano?, ¿en planetas que tengan zonas heladas? ¿Puede surgir en lugares donde haya atmósferas de hidrógeno en vez de dióxido de carbono y nitrógeno?”, plantea Segura.
“Todas esas cosas son parte de lo que tenemos que entender. Y lo maravilloso de este momento es que es la primera vez en que la humanidad puede hacer el experimento; podemos por primera vez poner a prueba nuestra hipótesis acerca de qué tan probable es que surja la vida en otros mundos”.
Por ahora, la estrategia ha consistido en obtener un mayor conocimiento de los astros vecinos en el Sistema Solar; evaluar, por ejemplo, la posibilidad de la vida en Marte, que en algún momento fue muy parecido a la Tierra, y donde se han identificado compuestos orgánicos; un hallazgo del que fue parte el fallecido Rafael Navarro, pionero de la astrobiología en México y maestro de Segura.
Pero la búsqueda se extiende a lugares como Europa, luna helada de Júpiter que tiene un océano salado y de la que se espera que la sonda espacial Juice, lanzada en abril pasado, arroje pistas importantes en cuanto se aproxime a dicho planeta, hacia julio de 2031.
“Estamos recopilando información para saber si, por ejemplo, debajo de ese océano podrían haber volcanes submarinos en donde surgiera la vida. Hay la hipótesis de que en la Tierra pudo surgir la vida en volcanes submarinos y no en el límite en la superficie entre el océano y la tierra. ¿Es posible que surja la vida en estas lunas heladas?”, comenta Segura.
Finalmente, más allá del Sistema Solar están los exoplanetas, con la copiosa posibilidad de que varios de ellos tengan condiciones de habitabilidad, y que sofisticados telescopios espaciales como el James Webb los puedan estudiar a la distancia y encontrarse con una sorpresa.
‘Fantasear nos hace humanos’
Pese a su postura crítica ante ligeras afirmaciones de vida extraterrestre, Segura en realidad disfruta de lo que la mente humana ha figurado al respecto.
“Yo soy muy amante de la ciencia ficción, me encanta. Leo novelas, cuentos, y me echo todas las películas de ciencia ficción que salen, buenas o malas; o sea, yo disfruto muchísimo la posibilidad, y es muy divertido, además, ver cómo la idea de quién es y cómo es un extraterrestre ha ido cambiando a lo largo del tiempo”, responde la investigadora a la pregunta sobre si preserva en ella un resquicio para lo inexplicable.
“Pero justo como científica y como alguien que tiene una responsabilidad social -porque además la gente paga mi sueldo-, pues ésta es una responsabilidad que tengo que tomarme muy en serio”, enfatiza. “Por supuesto que me encantaría pensar que existe vida en otros mundos, pero mi trabajo es sustentar todo el conocimiento que nos lleve a descubrirla”.
Y en eso se encuentra; “créanme que estoy haciendo buen uso de sus impuestos”, asegura, entre risas.
“Sí fantaseo mucho, pero el trabajo que hago es un trabajo muy serio para que el día en que podamos hacer un anuncio sea con todas las evidencias”, añade. “Los anuncios extraordinarios requieren evidencias extraordinarias. Y eso es en lo que estamos trabajando”.
¿Qué hay en la posibilidad de hallar otra forma de vida que nos apasiona tanto?
Fantasear, pues, creo que es parte de lo que nos hace humanos. Y claro, esa imaginación a veces puede desbocarse y decir: “Ah, eso que me imagino es cierto”. Yo creo que es parte de lo que nos hace humanos. La imaginación es lo que nos ha llevado al fondo del mar, a las estrellas, a entender el universo. Entonces, está bien, es lindo.