Quien diga que la crianza es un acto sencillo, te dice un cuento, pues no solo que es un enorme desafío, sino que está llena de errores. En ella confluyen muchísimos aspectos, que tienen que ver tanto con el desafío que nos plantea el niño en su plena singularidad (todos los hijos son distintos), así como nuestras propias ideas sobre lo correcto o lo que sirve. Y no menos importante, el momento de la vida en que nos encontramos.
A esto sumamos la opinión de abuelos, tías y vecinos, además de lo que aconseja la maestra de la escuela y la pediatra. Por supuesto que, más allá de las buenas intenciones y de intentar estar preparados, vamos a cometer errores en la crianza. Veamos algunos de los más frecuentes para evitar repetirlos y que sus consecuencias se manifiesten en el tiempo.
Los errores más frecuentes en la crianza
A veces desde el desconocimiento y a veces desde la reacción. Otras tantas porque improvisamos.
Existen múltiples motivos desde los cuales actuamos e intervenimos en la educación de los chicos. Por ello, no estamos exentos de cometer errores en la crianza.
Criar con autoritarismo
Una crianza demasiado autoritaria implica exceso de control, rigidez, escasas muestras de afecto y el castigo como medida recurrente. En el corto plazo, nos encontramos con niños obedientes, que en realidad son sumisos y buscan evitar el conflicto.
Sin embargo, se mueven y toman decisiones con base en el miedo a la autoridad y no por comprender los beneficios de comportarse de determinada manera. A su vez, en el futuro pueden naturalizar el maltrato y las órdenes por parte de los otros. La rebeldía también puede ser una consecuencia.
El autoritarismo impide el contacto con las emociones, la escucha y la comprensión del otro. Por eso, en el futuro pueden ser inflexibles, orientados únicamente por el cumplimiento de la norma.
Sobreproteger en demasía
La sobreprotección es otro de los errores de crianza más frecuentes. De esta manera, en el futuro los niños no son capaces de defenderse, de afrontar las dificultades, pues alguien siempre lo hizo en su lugar. Así se ve afectada su autoestima y hay baja tolerancia a la frustración.
Consentir el capricho sin límites
En ocasiones, lo hacemos porque no queremos escuchar más las rabietas. Otras veces, porque nos resulta más cómodo decir “sí” que intentar oponernos.
Sea el motivo que sea, muchas veces consentimos comportamientos inadecuados que después se repiten y son difíciles de erradicar. Por eso, como resultado futuro, nos encontramos con jóvenes que tienen baja tolerancia a la frustración y que no aceptan un “no” como respuesta.
Convertir a tu hijo o hija en el centro absoluto de tu vida
Quizás te resulte un poco molesto leer esto, pero es así. Los primeros años de vida requieren que le prestemos mucha atención a los niños, pues es un periodo sensible, de mucha dependencia y cuando están desarrollando habilidades.
Pero poco a poco es necesario soltarlos, permitiendo que se caigan y se equivoquen, que tomen sus decisiones, que tengan un registro de que las otras personas también tienen sus tiempos, deseos y necesidades. Cuando esto no sucede, se convierten en jóvenes demandantes, déspotas, incapaces de entender que no son el centro del universo.
Recomendaciones para evitar los errores típicos en la crianza
Algunas de las recomendaciones para todos los adultos que acompañan la crianza son las siguientes:
Trabaja tus propios miedos e inseguridades. Reconoce tus debilidades. Desde el autoconocimiento podrás tomar decisiones más sabias. No lo harás desde el impulso que desatan ciertas emociones sin procesar. Esto evitará que proyectes sobre tus hijos los temores y todo aquello que te pertenece.
Aprende a poner límites. El “no” es saludable. Los ayuda a frustrarse y entender que no siempre es posible obtener todo lo que se desea.
Educa con base en los valores. El respeto, la empatía, el ser servicial y ayudar a otros también es algo que se aprende. Y sobre todo, que se predica con el ejemplo. Por ello, puedes empezar aplicándolo con la cooperación y la participación en las tareas del hogar.
Trabaja las emociones en casa. Es importante que el niño aprenda tanto a conocerse a sí mismo y sus emociones, como a detectar las de los otros y actuar en consecuencia. De esta manera, podrá aprender a leer las señales del entorno. Por ejemplo, trabajando las emociones puede pensar que una burla lastima a su compañero; ponerse en su lugar y evitarlo.
Enséñale a agradecer lo que recibe a diario. De esta manera, fomentas la gratitud y a valorar el esfuerzo.
Normalizar las equivocaciones, pero no la falta de rumbo
Tenemos que saber que habrá errores de crianza y no sentirnos mal por ello. Tampoco hay progenitores perfectos, sino adultos de carne y hueso, intentando ser la mejor versión de sí mismos.
Sin embargo, es importante que seamos capaces de tener una estrategia de crianza, en la que se mantenga una cierta coherencia en el tiempo, a través de la cual transmitamos valores. La familia es el primer lugar en el que los niños aprenden a ser, a entender lo bueno y malo, donde desarrollan habilidades.
Por lo cual, una crianza improvisada y sin rumbos tiene consecuencias. Consecuencias que quizás hoy inciden solo en el día a día de la familia, pero que mañana tendrán efecto en todos los otros ámbitos en los que participe ese joven.