En la eterna discusión sobre la existencia o no del instinto maternal, hay aportes desde la medicina, la psicología y la filosofía. Recientemente, un estudio de los Países Bajos parece confirmar que el cerebro atraviesa cambios con el embarazo para facilitar el cuidado de los hijos, potenciar el vínculo y facilitar las tareas que tienen que ver con la crianza.
Elseline Hoekzema, líder de la investigación publicada esta semana en Nature, lleva más de 10 años haciendo ciencia sobre el cerebro de las embarazadas. Como ella misma lo planteó en diversos comunicados, no tenemos tanta información como quisiéramos sobre las modificaciones neuronales que suceden en una mujer encinta.
Ahora bien, ¿de qué se tratan estos cambios en el cerebro durante el embarazo? ¿Cumplen alguna función social o de supervivencia de la especie?
Las especulaciones sobre los resultados van más allá de la biología. ¿Podría estar programado en nuestra especie el amor por los hijos? Lo analizamos.
La investigación en los Países Bajos: ¿de qué se trató?
El equipo de Hoekzema contó con 89 mujeres jóvenes de su país que aceptaron participar en la investigación a largo plazo desde el año 2015. Todas ellas eran nulíparas, es decir, no tenían partos previos.
Pasados 5 años, en 2020, 40 habían tenido un hijo. Otras 40 que no habían sido madres sirvieron como grupo de control para los estudios. Las 9 restantes abandonaron su participación.
Los científicos analizaron los cerebros de las mujeres con resonancias y escáneres de imágenes antes de concebir, luego de dar a luz en las 40 que se habían embarazado y un año luego del parto en 28 de ellas. Las 40 mujeres no embarazadas en este lapso también fueron estudiadas para tener un punto de referencia.
Además de las resonancias, se realizaron test de inteligencia y de desempeño cognitivo. En las embarazadas se midieron, con regularidad, las concentraciones hormonales en la orina.
Los resultados
Este mismo equipo de trabajo científico había publicado un estudio preliminar en el año 2017. Allí ya daban cuenta de hallazgos que demostraban un cambio significativo en la sustancia gris del cerebro de las mujeres que se embarazaban.
Ahora, varios años después, los resultados se repiten. En ambos momentos, las resonancias magnéticas evidenciaron una reducción de la materia gris tras el embarazo. Esta sustancia es el acúmulo de los cuerpos de las neuronas en el sistema nervioso central.
Pero la reducción no significa una pérdida de funciones. Al contrario, los científicos explican que los cambios en el cerebro durante el embarazo son la señal de que las hormonas remodelan el sistema nervioso de la madre.
Una modificación similar ocurre cuando la mujer transita la adolescencia. O sea, cuando los niveles hormonales también oscilan de manera brusca.
Creemos que la reducción se debe a un proceso similar a la poda sináptica que tiene lugar durante la adolescencia, cuando se eliminan las sinapsis débiles para favorecer un procesamiento mental más maduro y eficiente.
~ Susanna Carmona, líder del grupo neuromaternal del Hospital Gregorio Marañón ~
¿Cuáles habían sido los aportes del 2017?
La nueva investigación se suma a los hallazgos del 2017 de este grupo de investigación. En ese momento, lo más relevante que se había descubierto era lo siguiente:
La mayoría de los cambios se focalizan en la región conocida como núcleo accumbens. Así, la madre se siente más atraída a los estímulos del bebé.
La corteza prefrontal de la madre se modifica para identificar el llanto de su hijo. Este mismo cambio estimula sensaciones placenteras cuando la mujer ve a su bebé sonreír.
El cerebro cambia en el embarazo para preocuparnos por el otro
El equipo de investigación complementó los análisis en las mujeres participantes con resonancia magnética funcional. Este es un estudio de imágenes que registra la actividad de las neuronas mientras el cerebro “trabaja”.
Con ello, pudieron observar que los cambios en la materia gris se concentraban en redes neuronales dedicadas a la autorreflexión y la socialización. Esto podría significar que las modificaciones tienden a mejorar la interrelación con los otros, la empatía, los vínculos. Algo que parece esencial para el cuidado de un hijo.
El resultado se refuerza con otros datos que se recolectaron en este grupo de madres. Los investigadores les mostraron fotografías de bebés sonrientes a las mujeres y encontraron una reducción de la frecuencia cardíaca en varias de ellas. Esta disminución de las pulsaciones es notoria cuando ingresamos a estados de relajación.
En las mujeres con más cambios en la resonancia magnética había mayor reducción de las pulsaciones. Por lo que se infiere que la remodelación de la sustancia gris redunda en una posibilidad elevada de producir un vínculo satisfactorio con un bebé.
Y hay efectos a largo plazo
Los cambios en el cerebro durante el embarazo también parecen tener un efecto a largo plazo. Si bien las modificaciones tienden a desaparecer a los 2 años del nacimiento, habría consecuencias que la ciencia no logra dilucidar por completo.
Esto va más allá de los refranes populares que dicen que la embarazada es más despistada. Aunque ese dato sí ha sido corroborado en Australia, donde una investigación pequeña encontró un leve deterioro en la memoria cotidiana de las mujeres que acababan de ser madres.
Estudios encontraron que tener mayor cantidad de embarazos aumenta el riesgo de alzhéimer en el futuro. Sin embargo, estas mismas revisiones indican que los datos no son concluyentes. Sí parece claro que las mujeres que atravesaron gestaciones dificultosas, con diabetes o hipertensión arterial, tuvieron más posibilidades de envejecer con aneurismas en el cerebro y, por lo tanto, con un déficit de memoria a causa de ello.
Los estrógenos serían protectores frente al declive de las funciones cerebrales en la ancianidad. Estudios plantean que las variaciones hormonales de los embarazos enlentecerían el declive de la memoria en las mujeres.
Aunque aquí la cuestión no está tan clara porque la menopausia también hace de las suyas. Entonces, no es posible todavía valorar qué etapa tiene más influencia en el cerebro de la tercera edad.
¿Existe el instinto maternal para la ciencia?
Esta investigación en los Países Bajos se suma a varios intentos de la ciencia por revelar qué hay detrás del instinto maternal. O en todo caso, responder al interrogante sobre la existencia de tal instinto.
Feldman estableció en el 2015 que el cerebro de los mamíferos (incluidos los humanos) cambia por la maternidad. En específico, hay modificaciones en el circuito de recompensa, que regula las satisfacciones frente a diversos estímulos. Los dos órganos que más participan aquí son la amígdala y el hipotálamo.
La oxitocina, una hormona protagonista en el embarazo, el parto y la lactancia, modifica la bioquímica cerebral para favorecer el vínculo madre-hijo. Y hay más. Un estudio encontró que los niveles de esta sustancia también aumentaron en los varones que fueron padres y realizaron contacto piel a piel con sus hijos desde el primer momento.
Respecto a los varones, una muestra internacional registró también cambios en la materia gris de los cerebros de quienes fueron padres. No al mismo nivel que en las mujeres de los Países Bajos ni tampoco en las mismas localizaciones.
Los cambios en el cerebro por el embarazo ocurren mucho en un nivel subcortical, debajo de la corteza. Esta zona es más primitiva en la evolución y podría indicar una adaptación que heredamos de nuestros antepasados homínidos y mamíferos. En los varones, los cambios se restringen a la corteza.
¿Es el instinto maternal inevitable?
La existencia de este mecanismo primitivo y heredado de cambio en el cerebro por el embarazo no puede asociarse de forma directa al instinto maternal. La tesis doctoral de Sara Henderson recorre todos los aspectos biológicos y sociales que conforman eso que constituye una supuesta tendencia de las mujeres a ser madres y cuidar a sus hijos.
Es evidente que el embarazo implica una gran cantidad de cambios. Las hormonas ejercen efectos que tienden a preservar la nueva vida que se gesta.
Nuestra hipótesis es que las hormonas del embarazo, principalmente las esteroideas, son el principal factor que regula la plasticidad de las neuronas en las mujeres encinta.
~ Conclusión del estudio Nat Commun 13, 6931 (2022). ~
Y es muy posible que esos cambios se prolonguen durante los primeros años de existencia del pequeño. ¿Por qué? Quizás para la supervivencia de la especie.
Queda mucho por descubrir sobre el embarazo, el cerebro de las madres y sus cambios. ¿Cuál es el lugar que ocupa el instinto maternal en este juego de relaciones? Todavía no lo tenemos claro.