La despedida de Estela, que había decidido irse de su país para probar suerte y crecer a nivel profesional, fue muy diferente de lo que imaginaba. Entre deseos de éxitos y felicitaciones por su coraje, también se filtraban algunos reclamos por dejarlos a todos y hasta mensajes del tipo “no vas a estar para mi cumpleaños, así que no es necesario que opines sobre los planes”. Un duelo migratorio es una combinación explosiva de emociones.
La migración nos hace lidiar con las expectativas propias y ajenas. Aparecen la culpa y los reproches. Veamos de qué se trata y qué podemos hacer al respecto.
¿Qué es el duelo migratorio?
El duelo migratorio se refiere al proceso a partir del cual se elaboran las experiencias vinculadas con cambiar de una ciudad o país a otro. La situación también se modifica si se trata de una migración deseada y elegida o si es una salida obligada.
Hay quienes pueden tomar la decisión de mudarse a otra ciudad para mejorar su calidad de vida, pero también están los que se ven obligados a hacerlo por causas externas y, a veces, extremas: guerras, catástrofes naturales. En uno o en otro caso, es importante dar lugar al duelo migratorio, aunque los motivos sean diferentes.
Cualquier migración (elegida o no) tiene un factor de estrés asociado.
Algunas características del duelo migratorio son las siguientes:
Es recurrente, puede volver una y otra vez. Con un llamado o una visita a la ciudad de origen pueden activarse esas emociones y las dudas acerca de si valió la pena irse. También la ambivalencia es una característica muy común. Por ejemplo, sentir esperanza por una nueva oportunidad y culpa por dejar la familia.
Abarca múltiples aspectos en la vida de una persona. A diferencia de un duelo por la pérdida de un familiar, en el migratorio están implicados numerosos ámbitos, personas y relaciones: amistades, vínculos profesionales, estatus social, costumbres culturales, comidas y hasta el idioma.
Es un duelo parcial, ya que no es irreversible. En muchos casos, es posible regresar al sitio de origen. Lo que funciona como un efecto tranquilizador.
¿El duelo migratorio presenta síntomas?
Es posible que sí. No serán los mismos en todos los casos, pero hay algunos signos comunes.
Entre ellos, destacamos los siguientes:
Somatizaciones: erupciones o manchas en la piel, ronquera, dolor abdominal.
Cambios en el estado de ánimo: pasar de la euforia y la certeza a la inseguridad y las dudas. Tener una energía aplastante y luego no poder hacer nada.
Ansiedad, angustia, irritabilidad, melancolía.
Sentimientos de vacío y de culpa.
Procrastinación: se postergan decisiones sencillas, como comprarse una lámpara, ya que eso puede significar arraigo.
Dificultades para entablar relaciones con otras personas.
¿Cómo afrontar el duelo migratorio?
A continuación, presentamos algunas claves que pueden ayudarte con el duelo migratorio.
Aceptar que hay ganancias y pérdidas
Se trata de reconocer, en una dosis justa y realista, que todas las decisiones tienen sus ventajas y desventajas. De esta manera, los puntos a favor traen alivio y pueden servir como fortaleza ante las dificultades. A su vez, los puntos en contra también nos permiten prepararnos y encontrar soluciones.
No caer en la idealización
Es importante poner a cada cosa en su lugar. Emigrar puede resultar una experiencia interesante, pero también pone en juego la capacidad de adaptación de una persona.
Es posible que el cambio traiga nuevos y buenos aires, pero también hay un lado B que muchas personas no comparten. Por ejemplo, tiempos administrativos y burocráticos de ciertos permisos, la búsqueda laboral, el sentimiento de no pertenecer al sitio.
Antes de partir sería clave hacer la tarea previa de investigar sobre el destino (existen blogs y comunidades de viajeros dispuestos a ayudar). De esta manera, si bien habrá factores que no podamos manejar, la situación resultará menos desconocida y generará menos ansiedad.
Aceptar el cambio de opinión
Quizás te hayas puesto un plazo para tu estadía o creas que es para siempre. Lo cierto es que cualquier viaje es transformador y allí también reside su potencial.
Hay que aceptar, recibir con las manos abiertas y mostrarnos flexibles. Nos debemos permitir el cambio, conectarnos con aquello que necesitamos y no mantenernos apegados a un plan original solo porque fue nuestra primera idea.
Pedir ayuda
Está muy bien tratar de hacer un camino propio, pero muchas veces nos cerramos a escuchar experiencias ajenas que pueden allanarnos el viaje. A veces la negación de la ayuda viene de la mano de no querer vincularse con compatriotas.
Está bien que quieras abrirte al mundo y conocer otra cultura, pero tener contacto con personas con quienes compartes un código común puede servirte para sentirte un poco como en casa.
No dejar tus emociones para lo último
En un intento por encontrar equilibrio y poner todo en orden, nos volvemos hiperfuncionales. Como autómatas, actuamos, activamos y hacemos.
Lo que sucede es que después nos damos cuenta del torbellino emocional que implicó cada decisión y cada paso. Por eso, haz un esfuerzo por manejarte como una totalidad, pensando y sintiendo al mismo tiempo.
Reconocer las emociones en el duelo migratorio.
Reconoce las emociones que atraviesas. De ese modo, es más fácil abordarlas sin automatización.
Entender que la vida sigue
Es importante saber que, así como darás un nuevo giro a tu vida, el resto continuará con la suya. Al principio, los mensajes y el contacto es frecuente, pero poco a poco lo perdemos. También sucede que, si en algún momento decides volver, ni tú mismo ni tu círculo serán los mismos.
Evitar la negación de la identidad
Mantén algún hábito o costumbre. Elige algunos objetos significativos que te acompañen y te permitan sentirte cerca.
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Todos tenemos derecho a nuestra propia experiencia
“Si te fuiste, no te quejes”. “Si elegiste quedarte, no te quejes”. Al final del día, parecería que cualquiera sea la decisión que tomemos, habrá algo para reprocharnos.
Respetemos y validemos las emociones de todas las personas y entendamos que cada quien es dueño de su propio camino. Muchas veces subestimamos el impacto que tiene en la vida de una persona el hecho de abandonar sus raíces. Esto nos impide prepararnos o desarrollar recursos para afrontar el duelo migratorio de la mejor manera posible.
Incluso, en ocasiones, nos encontramos sosteniendo una fachada. Hacemos como si estuviera todo bien y nos sintiéramos integrados, pero ocultamos o negamos lo que sentimos.
Poder darle un lugar al duelo migratorio es nada más ni nada menos que prevenir dificultades posteriores y conectarnos con la nueva etapa que vamos a vivir; con todos los matices (buenos y malos) que implica. A nivel del sistema de salud, es importante visibilizar este duelo, ya que muchas veces se confunde con otros diagnósticos o es menospreciado.