¿Te has preguntado en qué se diferencia el dolor de espalda del dolor renal? Para empezar, cabe destacar que el dolor en región lumbar y alrededores constituye uno de los principales motivos de consulta médica. Por la proximidad entre la columna y los riñones, en muchos casos es posible confundir el origen de ambas dolencias.

Existen aspectos sutiles relacionados con la localización, la sensación general y algunos síntomas asociados, que permiten al médico detectar el origen. Para los pacientes, conocer las causas y sus posibles complicaciones también es importante. ¿Quieres saber más al respecto? A continuación, te contamos cómo diferenciar estos dolores. ¡Sigue leyendo!

Diferenciar el dolor de espalda del dolor renal por la localización

Si bien tanto el dolor de espalda como el dolor renal causan molestias en la parte trasera del cuerpo, hay algunos elementos que permiten diferenciar uno del otro. Por ejemplo, el dolor de espalda tiende a ubicarse en la parte media, justo en relación con la columna lumbar.

Entre tanto, cuando el origen de la afección se atribuye a los riñones, el foco del dolor se encuentra un poco más lateralizado. Como todos los tipos de dolor en el organismo, estos tienden a irradiarse.

Debido a que la mayor parte de los tejidos y órganos se encuentran bajo la influencia del sistema nervioso, algunos estímulos podrían activar varias fibras en lugares distantes.

En este caso en específico, un cólico nefrítico -que es el dolor causado por la presencia de una obstrucción en las vías urinarias- tiende a irradiarse hacia delante. La parte media y baja del abdomen, así como la ingle y los testículos, pueden verse involucrados. La lumbalgia también puede irradiarse, aunque depende mucho del origen del dolor.

Por ejemplo, la inflamación o compresión del nervio ciático o isquiático (el más largo del cuerpo humano, que nace en la región lumbosacra y se extiende a la pierna correspondiente) también se irradia. Nace en la parte baja de la espalda y genera un fuerte dolor en la parte posterior de una de las piernas, algo que empeora con el movimiento.

En la mayoría de las ocasiones, la sensación es unilateral. Pocos casos de inflamación en ambos riñones o en alguna de las raíces vertebrales pueden provocar malestar de ambos lados. De cualquier modo, es probable que durante una evaluación médica se realice un examen físico específico para detectar el origen del dolor.

Diferenciar el dolor de espalda del dolor renal por el tipo de dolor

La sensación puede variar un poco, en función del origen del dolor y de los mecanismos implicados. Esto se refiere a la frecuencia e intensidad con la que se activan las terminaciones nerviosas, que son las estructuras especializadas en la captación de estímulos que generan el dolor visceral.

Cuando las lumbalgias tienen un origen mecánico, por lo general empeoran con los movimientos bruscos y muy específicos. Esto abarca lo siguiente:

Levantarse de una silla.
Hacer ejercicio de mediana o alta intensidad.
Bailar.
Estar en una misma posición bastante tiempo.

El dolor de origen renal, por su parte, tiende a presentarse de forma constante. Sin importar la causa, la sensación tiende a ser duradera. En algunos pacientes, caminar durante unos pocos minutos podría atenuar el dolor, algo relacionado con la movilización de los cálculos.

En cualquiera de los casos, los pacientes pueden describir la sensación de la siguiente manera:

Intermitente: cuando el dolor viene y va de forma espontánea.

Opresiva: cuando sienten que algo los presiona desde afuera.

Urente: es menos frecuente. Algunos pacientes pueden manifestar una sensación de «ardor» en combinación con alguna de las anteriores.

Diferenciar el dolor de espalda del dolor renal por la duración del dolor

Un aspecto válido para cualquier tipo de dolor, es que mientras persista la causa, la sensación seguirá igual de presente. Por eso, es importante entender los mecanismos por los cuales se genera el dolor.

Cuando se afectan los riñones, suele existir la presencia de cálculos en las vías urinarias. Estos pueden tener un tamaño variable y, de acuerdo a la ubicación y al grado de obstrucción, varía la intensidad del dolor. La sensación puede presentarse de forma continua hasta que baje la inflamación asociada.

Sin embargo, cuando la causa es una infección subyacente, como es el caso de las pielonefritis, las cosas son menos sencillas. Aquí se estimulan las fibras nerviosas, por lo que solo una intervención terapéutica (o la acción efectiva del sistema inmunitario del paciente) podrían solventar la situación.

En las lumbalgias intervienen los mismos principios. Suelen existir alteraciones anatómicas que están condicionando la estimulación nerviosa. Esto puede dar origen a compresiones o pinzamientos de consideración, que empeoran cuando el paciente adopta una determinada posición.

En este caso, el dolor suele solventarse adoptando ciertas posturas. Sin embargo, debido a que la causa sigue presente, en muchas ocasiones solo el tratamiento quirúrgico es la opción viable. Cuando no se puede indicar una cirugía, se recetan medicamentos potentes para calmar la molestia.

Causas del dolor de espalda y del dolor renal

Existen muchas enfermedades capaces de producir estos dolores, y es preferible considerarlas según su origen, como se menciona a continuación.

Cuando el origen es renal

Esta sensación puede ser causada por problemas obstructivos o inflamatorios. A veces, puede que coexistan ambos mecanismos, como sucede en las infecciones urinarias altas, causadas por cálculos. Pero antes de explicar este apartado, es necesario comprender un poco sobre la anatomía de las vías urinarias.

Esta está conformada por un riñón a cada lado de la columna lumbar, los cuales reciben un importante flujo sanguíneo. A partir de estos órganos nacen unas estructuras en forma de conductos, denominados uréteres, que confluyen en la vejiga urinaria.

Desde la vejiga, sale un nuevo conducto denominado uretra, que permite la salida de la orina hacia el exterior, a través de los genitales externos. Los problemas obstructivos implican la presencia de un elemento que impide el adecuado flujo de la orina.

Casi siempre son cálculos, y tanto sus orígenes como sus factores de riesgo son diferentes. Cuando la orina se acumula y se distiende las paredes de las vías urinarias, el dolor empieza a hacerse sentir.

Las lesiones inflamatorias involucran a las infecciones del tracto urinario. Estas pueden ser altas, si afectan solo el riñón; o bajas, si afectan al resto de la anatomía mencionada. El primero de los casos se denomina pielonefritis y, por lo general, es el más grave.

Cuando el origen es en la espalda

Es posible distinguir dos grandes grupos, las lumbalgias inflamatorias y las mecánicas. Los mecanismos implicados son muy similares a los que ya describimos en el apartado anterior, aunque la anatomía de la columna lumbar es bastante diferente.

Lo más importante es saber que la columna está formada por un conjunto de pequeños huesos denominados vértebras, articulados en el eje vertical. Son «atravesadas» por la médula espinal, desde la cual salen y entran nervios de todo el cuerpo, a través del esqueleto óseo.

Al involucrar espacios tan pequeños, es muy fácil que cualquier defecto anatómico traiga como consecuencia el dolor. Las lumbalgias mecánicas incluyen trastornos tan variados como las hernias discales, la artrosis y la estenosis espinal.

Las desviaciones de la columna, como es el caso de las cifosis y escoliosis, también pueden generar estos síntomas con bastante frecuencia. Muchas de las enfermedades antes mencionadas necesitan resolución quirúrgica, y los especialistas dedicados a ello son los neurocirujanos.

En el lado de las patologías inflamatorias, existen muchas enfermedades que también pueden afectar diversas articulaciones y otros órganos. Es el caso de la espondilitis anquilosante, la artritis psoriásica y el síndrome de Reiter. Esta última condición, llamada también artritis reactiva, se asocia con inflamación en la uretra y la conjuntiva.

Por supuesto, las causas son mucho más variadas. En caso de duda, siempre es recomendable planificar una cita con el médico.

Síntomas asociados

La necesidad de diferenciar ambos dolores es bastante frecuente en la práctica médica, en especial en los servicios de emergencias. Por lo general, aquel que más presenta sintomatología asociada es el de origen renal.

Este suele asociarse con antecedentes personales o familiares de cálculos, inclusive desde la infancia. Si no se conoce este detalle, a menudo suelen existir hábitos dietéticos como la abundante ingesta de bebidas gaseosas, que puede favorecer la aparición de la enfermedad.

Ante la presencia de un infección asociada, los síntomas son bastante claros y abarcan lo siguiente:

Dolor.
Picazón.
Ardor al orinar.
Náuseas.
Vómitos.
Mareos.
Fiebre.
Presencia de sangre en la orina.
Entre otras alteraciones.
En este caso, el médico podría indicar un examen simple de orina y un ecosonograma renal para completar el diagnóstico.

Por su parte, en la lumbalgia los síntomas asociados son menos evidentes, salvo excepciones. La mayoría de ellos son las enfermedades inflamatorias, que también pueden ocasionar síntomas crónicos.

¿Cuándo visitar al médico?

Muchas personas tienden a postergar la visita al médico cuando el dolor es leve y soportable. En estos casos, puede que la causa sea transitoria y que no sea necesaria una visita inmediata.

Sin embargo, si la sensación persiste durante varios días y no atenúa con la administración de analgésicos de uso común, es necesario planificar una cita con el especialista. También es conveniente acudir a una consulta si los síntomas asociados son evidentes.

La falta de un tratamiento conlleva a evoluciones o cuadros severos de dichas enfermedades. Por lo tanto, es primordial visitar al profesional lo antes posible. Muchas especialidades médicas pueden atender estos motivos de consulta, como por ejemplo:

Emergenciólogos.
Internistas.
Médicos de familia.
Pediatras.

En casos específicos, es posible que puedan referir a un neurocirujano, urólogo o reumatólogo para continuar el tratamiento a largo plazo.

El dolor lumbar puede tener varios orígenes, y en la mayoría de los casos existen excelentes alternativas terapéuticas. Sin importar si el origen es renal o articular, la evaluación médica para casos persistentes es esencial. Esto podría prevenir el empeoramiento del cuadro clínico a mediano y largo plazo.