Cada año llegan a la Península de Yucatán aproximadamente 46 mil flamencos para reproducirse, población que le cambió la vida a los habitantes de los puertos yucatecos: Atrás quedó la época en la que eran cazados para la alimentación de las familias y hoy día son el sostén del turismo sustentable.

El color salmón intenso de su plumaje contrasta con el azul y verde del mar y la vegetación de las reservas ecológicas del litoral, por lo que miles de turistas de todo el mundo viajan hasta ahí para observarlos, tomarles fotografías y cautivarse con su belleza.

Se trata del Flamenco Americano, también conocido como Flamenco del Caribe, una especie protegida por las autoridades ambientales y que es considerada de las más primitivas que existen, pues apareció en el planeta hace 150 millones de años.

El especialista en Ornitología, Alexander Dzib, quien se dedica a la investigación y monitoreo de estas aves en Yucatán, indicó que se calcula que de 2009 a la fecha han nacido más de 256 mil crías en las comunidades costeras de Ría Lagartos, San Crisanto, Celestún, Sisal y Uaymitún, por mencionar algunas.

Dijo que si bien a los flamencos se les puede observar prácticamente durante todo el año en las reservas ecológicas de la entidad, la realidad es que no se trata de una sola colonia, pues existe una metapoblación –es decir, el conjunto de varios grupos– distribuida en el área del Caribe y que se une a través del vuelo. Por eso miles de estas aves se desplazan a puntos como Florida, Cuba, Las Bahamas, Venezuela y Colombia.

“Hay ejemplares que nacieron en Ría Lagartos, a quienes les pusimos un anillo tecnológico para monitorearlos, que luego nos dimos cuenta que están en Cuba. Es decir, un flamenco que nazca en Yucatán no necesariamente volverá aquí con el paso del tiempo”, explicó.

Dzib se empezó a interesar por estas aves desde niño, a finales de la década de los 70, cuando en su natal Celestún prohibieron que sean cazadas. Cuando por fin se construyó el puente para conectar a ese puerto con Mérida, empezaron a llegar los biólogos a investigar a los flamencos, y luego arribaron los turistas.

“Mi padre era pescador, pero cuando se decretó la Reserva de Celestún como un refugio faunístico, se dedicó a llevar a los turistas a ver a los flamencos en su lancha. Yo lo acompañaba desde pequeño y fue ahí que decidí estudiarlos”, relató.

El especialista declaró que lo mejor que lo pudo pasar a las comunidades costeras de Yucatán es que el flamenco esté protegido, pues su presencia se convirtió en un atractivo turístico del que muchas familias pueden vivir y ya no hay necesidad de continuar con la cacería de subsistencia.

“Estamos hablando de que en los años 60 o 70 era uno de los animales que la población se comía, de hecho la gente decía que su sabor era mejor que la del pavo. Por eso era normal que lo comieran en fechas importantes, cuando algún familiar cumplía años, así como en las fiestas de navidad o de año nuevo”, señaló Alexander.

Relató que durante la época de reproducción de los flamencos –que abarca de abril a septiembre-, era común que la gente de Río Lagartos recolectara sus huevos de color rojo para que las panaderías pudieran cocinar panes sumamente sabrosos y con un color diferente.

“En esos años la gente no sabía que estaba acabando con los flamencos, pero ahora son más conscientes porque saben que en vez de cazarlos, les conviene mejor llevar a turistas a observarlos. Así ganan dinero y conservan a estas aves que son parte de nuestra cultura y patrimonio ecológico, ya que siempre han estado presentes, desde los tiempos de nuestros antepasados mayas”, sostuvo.

Tan sólo en Celestún habitan 10 mil personas, de las cuales el 25 por ciento se beneficia del turismo, siendo la visita a los flamencos el de mayor preferencia, superando incluso a las playas.

¿Y cómo no apreciarlos si son animales extraordinarios? Por ejemplo, es el ave que tiene las patas y el cuello más largo en el mundo en comparación al tamaño de su cuerpo.

Además, en verdad son lo que comen, pues obtienen su peculiar color de los pequeños camarones, larvas de mosquitos, otros cretáceos y bulbos de las plantes de las que se alimentan.

De hecho le dedican el 80 por ciento del día -con luz solar- a alimentarse a través de la filtración, pues al contar con mandíbulas movibles lo pueden utilizar para retener organismos. Con su pico rascan en el fondo del estero y con la lengua remueven el agua y lodo, para que por las ranuras se escurran y se queden únicamente con la comida. Al día obtienen entre 250 a 300 gramos de alimentos.

Otra cosa que pocos conocen es que, sin ser mamíferos, los flamencos producen su propia leche. Tanto la hembra como el macho tienen glándulas de secreción en sus buches, por lo que regurgitan dicho alimento de pico en pico a sus polluelos durante cuatro meses, dotándoles de proteínas y lípidos.

Alexander Dzib es un apasionado de los flamencos y sabe que es una especie vulnerable, por lo que invitó tanto a la población local como a los turistas a que tomen medidas para protegerlos. Acciones como no acercarse a una distancia menor a 100 metros para que puedan alimentarse, hasta amarrar a los perros en las casas de los puertos para que no las ataquen, son vitales para su sobrevivencia.

Y es que estas aves enfrentan serios problemas en la actualidad, como el furtivismo, la contaminación de pesticidas y fertilizantes que llegan al agua de sus hábitats y el cambio climático que produce huracanes de gran tamaño que impiden que puedan resguardarse.

Por tal razón, el especialista indicó que las asociaciones ambientalistas y las autoridades están comprometidas con el trabajo que realizan para evitar que los flamencos sean amenazados o molestados, pero sobre todo que cuenten con las condiciones optimas en los manglares y ojos de agua para que puedan seguir anidando en Yucatán.