La temporada de huracanes 2025 en México llegó a su fin con un balance de 31 ciclones con nombre, una cifra superior a la del año anterior y por encima del promedio histórico, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Para Tamaulipas, el cierre de la temporada deja un dato relevante: desde el paso del ciclón San Alberto no se registró la llegada directa de otro sistema al estado.

Información de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) detalla que en el océano Atlántico se formaron 13 sistemas, entre ellos ocho tormentas tropicales, un huracán categoría 2 y cuatro huracanes mayores. En tanto, el Pacífico presentó 18 ciclones, incluidos siete huracanes de categorías 1 y 2, además de tres huracanes mayores.

El SMN subrayó que la temporada atlántica fue la segunda con más huracanes categoría 5 de la historia, al contabilizar tres eventos, cifra que iguala a 2017 y solo es superada por el récord de 2005. En el Pacífico, la actividad fue constante desde el arranque, destacando el huracán Erick, que alcanzó categoría 4 de manera más temprana que cualquier otro registrado en esa cuenca.

Aunque solo dos ciclones tocaron tierra en el país —por debajo del promedio climatológico—, varios sistemas cercanos a las costas generaron lluvias intensas, oleaje elevado y rachas de viento. En el caso de Tamaulipas, la ausencia de impactos directos tras San Alberto permitió mantener condiciones de vigilancia sin emergencias mayores, aunque las autoridades reiteraron el llamado a no bajar la guardia ante posibles efectos indirectos.

Un aspecto positivo del cierre de temporada fue la recuperación de las presas, cuyo almacenamiento alcanzó 72 por ciento, superando el 64 por ciento de 2024. Los mayores incrementos se registraron en entidades del Pacífico, pero el comportamiento de las lluvias también abonó a mejorar las condiciones hídricas en el norte del país.

Con el fin de la temporada, Protección Civil y autoridades meteorológicas insistieron en que la experiencia de 2025 refuerza la importancia de la prevención y la cultura del monitoreo, especialmente en estados costeros como Tamaulipas, donde la memoria de ciclones recientes mantiene vigente la atención ciudadana.