En la próxima cumbre de cambio climático COP 27, en el marco de Naciones Unidas, prevista para el mes de noviembre en Egipto, se evidenciará que no se está en el camino adecuado para cumplir ninguno de los objetivos de sostenibilidad por lo que respecta al agua.
Así lo ha explicado en una entrevista con Efe, una de las personas más involucrada en sus trabajos preparatorios, Hassan Aboelnga, investigador de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Colonia (Alemania), presidente de seguridad del agua urbana en la Asociación Internacional de Recursos Hídricos y vicepresidente del Foro del Agua de Oriente Medio.
Aboelnga dice que el agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y es fundamental para el desarrollo socioeconómico, la producción de alimentos y energía, los ecosistemas y para la propia supervivencia de los seres humanos, además de ser parte crucial del cambio climático (el 90 por ciento de los desastres naturales están relacionados con el agua).
El experto ha recordado algunas cifras como que dos mil 200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura y que casi 300 mil niños menores de cinco años mueren cada año debido a enfermedades diarreicas causadas por las malas condiciones sanitarias o falta del vital líquido.
No se va a conseguir ninguno de los objetivos de desarrollo sostenibles previstos por al ONU en relación al agua. Ya no se iba por buen camino y ahora es aún más difícil con las consecuencias de la COVID y la guerra en Ucrania”, ha señalado.
Entre otros objetivos que establecía en su agenda 2030 Naciones Unidas, el número seis habla de “garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.
Hay una presión de cara a la próxima COP 27. Egipto está liderando los esfuerzos para atraer financiación a los países en desarrollo, sobre todo en África, para atajar la pobreza hídrica”, ha añadido.
Según el experto, aunque todo el mundo pone la vista en las consecuencias para la energía del gas, entre otras, de la guerra de Ucrania, el conflicto tiene “enormes consecuencias” también para el vital líquido.
El motivo es que “el agua, la energía y la seguridad alimentaria están todas interconectadas”.
“La inflación y los precios de la energía afectan a la capacidad de producir alimentos -la agricultura usa el 70 por ciento de los recursos hídricos según la FAO- o de hacer funcionar los sistemas para bombear el agua potable”, ha recordado.
Invitado a una conferencia en Barcelona, Abeolnga ha insistido por todo ello en la importancia de “un cambio de paradigma” por el que se tengan en cuenta la transervalidad del vital líquido y su conexión con otros elementos igualmente de primera necesidad.
En ese sentido apunta que el estrés hídrico que sufren los países de la cuenca sur del Mediterráneo se “extrapolará” a otras zonas, como la propia cuenca norte.
Para evitarlo, dice, convendría atajar el hecho que cada vez menos agua sea “producida” para una población cada vez mayor y en pleno cambio climático.
Destaca que “entre un 30 y un 40 por ciento del agua de boca del mundo se desperdicia antes de que llegue al consumidor”, lo que implica una “ineficacia” en la gestión del agua.
Además destaca que el hecho que cada vez sea más necesaria agua para la industria agroalimentaria y a mayor precio provoca que del agua limitada disponible exista una “competencia entre usos”. “A más agua para el campo, menos para el uso de boca”, ha recordado.
En su opinión, debe diversificarse la extracción o producción de agua de diferentes lugares y procedimiento y tener un enfoque de “película completa del vital líquido, con otros recursos y elementos presentes e interrelacionados, como la energía que hace falta para bombear”.
Si no se toman medidas se acabará pasando en muchos lugares de provisión ininterrumpida, a servicio con cortes”, un nuevo sistema “que cuesta minutos en aplicar, pero meses o años en revertir”, ha dicho.
Más allá, ha señalado la centralidad del vital líquido en el bienestar y en la credibilidad y buena gestión y servicio de los gobiernos y administraciones y “las consecuencias negativas sobre la paz social que tendría que escaseara en la población”.
“Una crisis del agua es una crisis de seguridad nacional”, ha apostillado.