La contaminación por plástico ya es global. Llegó hasta el remoto océano Ártico a través de los ríos, el aire y el transporte marítimo, y lo que es peor, esta amenaza no es solo una carga para los ecosistemas, sino que también podría empeorar el cambio climático.
Esta es la principal conclusión de un estudio del Instituto de Investigación Polar y Marina Alfred Wegener, de Alemania, publicado en la revista Nature Reviews Earth & Environment.
Cada año, entre 19 y 23 millones de toneladas métricas de basura de plástico acaba en las aguas del mundo, lo que es el equivalente a dos camiones por minuto.
Como el plástico es muy estable, se acumula en los océanos, donde poco a poco se va descomponiendo en trozos cada vez más pequeños hasta llegar a convertirse en nanoplásticos, que entran en el torrente sanguíneo humano.
Pero esta avalancha de desechos va a peor: se prevé que la producción mundial de plástico se duplique para 2045 con graves consecuencias.
En la actualidad, prácticamente todos los organismos marinos investigados, desde el plancton hasta los cachalotes, están afectados por los plásticos y microplásticos. Y esto ocurre en todos los océanos del mundo: desde las playas tropicales hasta las fosas oceánicas más profundas.
Y según el estudio del Instituto Alfred Wegener, el Ártico no es una excepción.
“El Ártico sigue considerándose una zona virgen pero nuestro estudio demuestra que esta percepción ya no refleja la realidad”, advierte Melanie Bergmann, del Instituto Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina.
El artículo dibuja un panorama sombrío. Aunque el Ártico está casi despoblado en sus playas, su columna de agua y el fondo marino, su nivel de contaminación por plásticos similar al de las regiones más pobladas del mundo.
Esta contaminación llega con las corrientes oceánicas del Atlántico y el Mar del Norte, y del Pacífico Norte, a través del Estrecho de Bering, pero también con el viento que arrastra pequeñas partículas de microplástico hacia el norte.
Y aunque el océano Ártico sólo representa el 1% del volumen total de los océanos del mundo, recibe más del 10% de la descarga mundial de agua de los ríos, que arrastran plástico al océano, por ejemplo, desde Siberia.
Una de las fuentes de contaminación más importantes que llegan a ese remoto océano son los residuos municipales y las aguas residuales de las comunidades locales del Ártico, a las que hay que sumar los desechos plásticos de los pesqueros.
Los vertidos -intencionados o no- y procedentes de Europa también suponen una gran parte de los residuos plásticos del Ártico.
“Por desgracia, hay muy pocos estudios sobre los efectos del plástico en los organismos marinos del Ártico”, explica Bergmann.
“Pero hay pruebas de que las consecuencias allí son similares a las de las regiones mejor estudiadas: muchos animales del Ártico -osos polares, focas, renos y aves marinas- se enredan en el plástico y mueren. Además, los microplásticos ingeridos involuntariamente afectan al crecimiento y la reproducción, y causan estrés fisiológico e inflamaciones en los tejidos de los animales marinos”.
Sobre los posibles efectos de retroalimentación entre los residuos plásticos y el cambio climático, el estudio advierte de que los datos disponibles son especialmente escasos y avisa de que es urgente seguir investigando.
“Los estudios iniciales indican que los microplásticos atrapados cambian las características del hielo marino y la nieve”, advierte la investigadora.
“Las consecuencias podrían ser aún más graves. A medida que avanza el cambio climático, el Ártico se está calentando tres veces más rápido que el resto del mundo. En consecuencia, la avalancha de plástico está afectando a ecosistemas que ya están gravemente afectados”.
El estudio concluye que, aunque la resolución para un tratado mundial sobre el plástico, aprobada en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente hace dos meses, es un primer paso importante, en los próximos dos años, “deberían adoptarse medidas eficaces y jurídicamente vinculantes que incluyan objetivos de reducción de la producción de plástico“.
Asimismo, urge a los países europeos a recortar la producción de plástico, y a los Estados ricos del Ártico a reducir la contaminación local y mejorar la gestión de residuos y aguas residuales.
Por último, “es necesario que haya más regulaciones y controles en relación con los desechos plásticos del transporte marítimo internacional y la pesca”, concluye la autora principal.