La fuerza aérea ucraniana anunció el miércoles la destrucción de nueve aviones rusos de combate en grandes explosiones en una base aérea en Crimea, entre conjeturas de que fueron resultado de un ataque ucraniano que supondría una importante escalada en la guerra.
Rusia negó que ninguna aeronave hubiera sufrido daños en las explosiones del martes o que hubiera habido ningún ataque en primer lugar.
Las autoridades ucranianas no llegaron a atribuirse la responsabilidad de las explosiones ocurridas el martes, aunque vieron risibles las explicaciones de Rusia sobre que la munición de la base aérea de Saki había prendido fuego de alguna forma antes de estallar, y subrayan la importancia de la península anexionada hace ocho años por Moscú.
En su video de cada noche, difundido unas horas después de las explosiones, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, prometió retomar la península y declaró: “esta guerra rusa contra Ucrania y contra toda la Europa libre comenzó con Crimea y debe terminar con Crimea, con su liberación”.
Las autoridades rusas intentaron restar importancia el miércoles a las explosiones y dijeron que ninguno de los hoteles y playas de la península habría sufrido daños. Las explosiones, que mataron a una persona e hirieron a 13, hicieron que los turistas corrieran en pánico mientras las columnas de humo estaban sobre la costa cercana.
Las detonaciones reventaron ventanas y causaron otros daños en algunos edificios de apartamentos.
Los aviones rusos han utilizado Saki para atacar zonas en el sur de Ucrania en despliegues rápidos, y en las redes sociales ucranianas circulaban especulaciones sobre que misiles ucranianos de largo alcance habían alcanzado la base.
Las autoridades en Moscú llevan tiempo advirtiendo a Ucrania de que cualquier ataque sobre Crimea podría provocar enormes represalias, como ataques sobre “centros de toma de decisiones” en Kiev.
Un asesor del presidente de Ucrania, Oleksiy Arestovych, que suele hacer declaraciones más explícitas que otros funcionarios, aseguró el martes que las explosiones eran o bien a un arma ucraniana de largo alcance o a la labor de guerrillas que operaban en Crimea.
La base en la península del Mar Negro, ante el sur de Ucrania, está al menos a 200 kilómetros (una 125 millas) de la posición ucraniana más cercana, lejos del alcance de los misiles suministrados por Estados Unidos para utilizar con los sistemas HIMARS.
El ejército ucraniano ha utilizado con éxito esos misiles a una distancia de 80 kilómetros (50 millas) para atacar depósitos de combustible y municiones, puentes estratégicos y otros objetivos claves en territorio ocupado por Rusia.
El analista militar ucraniano Oleh Zhdanov dijo que las fuerzas ucranianas podrían haber alcanzado la base aérea rusa con un misil antibuque Neptune ucraniano, que tiene un alcance de unos 200 kilómetros (unas 125 millas) y podría haberlo adaptado contra objetivos terrestres y dispararlo desde posiciones ucranianas cerca de Mykolaiv, al noroeste de Crimea.
El ejército ucraniano también podría haber empleado misiles antibuque Harpoon que también podría utilizarse contra objetivos terrestres y tienen un alcance de unos 300 kilómetros (unos 185 millas), dijo. “oficialmente Kiev no dice nada, pero extraoficialmente el ejército reconoce que fue un ataque ucraniano”, dijo Zhdanov.
Si, en efecto, las fuerzas ucranianas son responsables de las explosiones, sería el primer ataque importante conocido contra un recinto militar ruso en Crimea, que el Kremlin anexó en 2014.
Durante la guerra, Rusia ha reportado numerosos incendios y explosiones en almacenes de municiones en su territorio cerca de la frontera ucraniana, y ha atribuido algunos a ataques ucranianos.
En su mayoría, las autoridades ucranianas han guardado silencio sobre esos incidentes.
Por su parte, Rusia hizo varios ataques sobre Ucrania el martes por la noche y el miércoles por la mañana.
En la región central de Dnipropetrovsk murieron 13 personas y 11 resultaron heridas, según el gobernador de la región, Valentyn Reznichenko.
Rusia y Ucrania se han acusado mutuamente de atacar la central eléctrica, lo que aviva el temor internacional a una catástrofe nuclear.